El otro lado de ti (parte 4)

Entonces lo sintió, incluso antes de abrir los ojos. El aroma arrastrado por la brisa helada de la noche le llegó fresco y limpio, olía a sol y lluvia. Luego vino aquel calor que la envolvió como si la abrazara hasta los huesos. Abrió los ojos lentamente, parpadeando y enfocando la vista. Lo primero que vio fue el atisbo de un pecho musculoso envuelto en una camiseta negra. Levantó la vista y sus ojos recorrieron el camino a través de un cuello largo e igualmente musculoso, la mandíbula partida, labios gruesos semi abiertos, nariz recta, pómulos altos y luego… esos ojos. ¡Dios bendito! Ella nunca había visto unos ojos así, verdes, no, verdes no, algo entre el verde y el azul, algo entre bosque, mar y jungla, ojos brillantes con motitas doradas que parecían flotar alrededor del iris acentuando el color. Ojos que tenían una expresión salvaje que la atraía como a una polilla a la luz.

Un dedo caliente recorrió el contorno de su mejilla y ella escuchó el jadeo que libero el aire que no sabía que había estado conteniendo. Un sonido profundo y gutural siguió al suyo, esta vez saliendo de la garganta del extraño y formando una nube de aliento cálido a su alrededor. El aroma a hombre la envolvió en su esencia y forma más primitiva. Sintió que sus ojos miraban su boca y en ese instante cada célula de su cuerpo despertó el deseo que llevaba oculto por mucho tiempo. Cada milímetro que se acercaba a su rostro era una combustión espontánea en su interior. Más cerca, sí, solo un poco más. Cuando solo el aliento separaba sus rostros la oscuridad envolvió su mente y aunque luchó no pudo liberarse de las sombras; al final se dejó llevar, quizá esto fuera lo mejor.