Un día estaba yo en mi casa viendo la tele cuando oí un ruido, mi hermano pequeño se asustó y subí el volumen para que no se volviese a repetir, pero el ruido soñó todavía más fuerte, nosotros nos asustamos porque nuestros padres trabajaban hasta tarde y estábamos solos. Yo tenía 12 años y él 9. Subimos al desván con linternas, yo iba por delante y mi hermano por detrás. El desván no tenía luz y las linternas se apagaron de repente. Agarré lo primero que pillé pensando que era mi hermano y bajé corriendo de allí, hasta que me di cuenta de que había cogido un payaso gigante. En ese momento llegaron mis padres y les conté lo ocurrido. Subieron a por mi hermano y bajó mi madre con otro muñeco de esos. Pasamos mucho miedo esa noche no dormimos. A la mañana siguiente subimos las dos al desván y agarré dos cosas. Bajamos mi madre y yo y esas dos cosas eran otros dos payasos. No recordamos haber tenido payasos de esos. Volvimos a subir al desván y agarré dos cosas, eran payasos otra vez, pero esta vez mi madre no bajó conmigo, estaba yo sola en casa con todos esos payasos y mi familia desaparecida en el desván. Hice un esfuerzo y volví a subir. Esta vez agarré tres cosas y tuve la esperanza de que fueran ellos. Y así fue eran ellos, pero ninguno de los tres tenía cabeza, los habían decapitado. Rápidamente llamé a la policía y salí de mi casa, la cual ardió en llamas de la nada y se destruyó. La policía no me creyó porque allí no había nada. No había pruebas. Y ese misterio nunca se llegó a resolver.
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