Peladas, peladas. Escucho, me acerco y vuelve a repetir, peladas, peladas. Como si no me hubiera quedado claro.
El sitio es pequeño, el color rojizo de las luces le da un aspecto intimo o para algunos: “sexual”
Ricardo avanza entre los parroquianos y coloca una moneda en la rockola. Escoge una patética canción de rock ochentera, como si no fuera suficiente haber soportado hotel california una y otra vez.
Pido una botella de agua, y el mozo – si es que se les llama mozo a los que sirven en los lupanares- me mira con cara de marciano.
Bebo una trago, y Ricardo ya no esta. Supongo se fue con la chica que parecía una escolar, siempre tuvo debilidad por ese tipo de mujeres.
Me incorporo, observo a medias entre esa luz tenue y la densa nube de humo de tabaco, y veo una mujer a mi izquierda. No siento atracción sexual inmediata hacia ella, incluso estando en lencería y casi desnuda. No importa, pienso, tener sexo en un bulin es prácticamente masturbarte con los genitales de la puta de turno.
Hablamos, pago lo acordado previo al acto, y subimos a unos cuartitos que hasta ese entonces no me había percatado que estaban ahí.
Desnudate – me dice-, yo obedezco, siempre fui muy timido a la hora de las lides amorosas. Ella hace lo mismo, e inmediatamete la observo bien de cerca y caigo en cuenta en que es verdaderamente onírica.
No, mis fantasias sexuales no son Pamela Anderson, no señor. No es Heydi Klum, ni tampoco Carmen Electra. Mi fantasia se reduce simplemente a Luisa.
Luisa, es la prima que vino a pasar las vacaciones a la casa de Alejandro. Ella vino con su familia de Cajamarca, y es la típica niña provinciana del norte del país. Cabello castaño largo, delgada y con ese extraño acento que algunos le dicen “mote”.
Para el grupo que se juntaba en la cuadra: una chola de mierda. Para mi: La niña mas rara, y por rara, interesante, que había visto jamas.
Si sé, tenia 14 años, pero quien podría negar que las experiencias vividas a temprana edad son las que añoramos con mayor fervor.
No veía las horas de acercarme y saludarla, olerla, verla reir, y como no, oirla hablar con ese cantado tan raro que me gustaba.
El único incoveniente era que hasta ahora, ella no sabia de mi existencia. Y mas adelante habría de darme cuenta que no calificaba en sus estandares de belleza masculina.
Una fatídica tarde, no pude mas y siguiendo los consejos –estupidos por cierto- de un tonto libro juvenil que no recuerdo, le “abri mi corazón” y me mande. Simple, tosco, seco y directo.
¿Quieres estar conmigo? Dije, esperando oir una respuesta afirmativa de sus labios.
¿Qué cosa me has dicho? Contestó
Que si quieres estar conmigo
Y es ahí donde se gestó mi extraña fijación a causa del despecho.
No me gustan los negros mama Contestó. Y fue como si el mundo hubiera mostrado su faceta mas malvada ante mi.
Es cierto, ser rechazado es feo, pero que te rechacen con ese tufillo de racismo, incluso comparándote con un personaje de ficción. Es en verdad una de las escenas mas traumatizantes que un chico puede tener.
Y de inmediato se alejó de mi, como si mi presencia emanara un hedor insoportable.
¿Por qué? ¿Por qué eres tan mala? Fue lo primero que atine a pensar. ¿Por qué ese dulce angel me despreciaba de una forma tan vil?
Lloré, me compuse, y la vida continuó. Pero no de la misma forma.
Me gustan las morenas, me gustan las rubias. Pero las cholas, son un caso particular para mi. No estaría con ninguna, pero son mis elecciones siempre que busco placer sexual.
Tengo una novia guapa, pero algo en mi me hace buscar a Luisa.
Y hoy no es la excepción.
Encerrado en este minúsculo cuarto, encuentro a mi luisa. Que por 40 soles me deja tratarla como yo quiera.
¿Cómo te llamas? Le pregunto
Luisa papi ¡Luisa! Me responde
Chola de mierda, me cagaste la vida. Te odio tanto que te busco en todos lados.
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