Naya Parte III

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Tenía que recoger todo aquello.

Le llevaría horas.

Con un vaso de agua fresca regresó al salón y se acercó a la terraza para abrir la puerta y las ventanas y que de ese modo la casa se fuera ventilando. No olía demasiado bien.

 

Tras eso. se hizo un moño y se dispuso a buscar su teléfono móvil y también el teléfono inalámbrico que tampoco se encontraba en su sitio.

 

Naya se sentía completamente desorientada y perdida. No sabía como había sucedido todo aquello. No lo recordaba. Pero no podía haberlo hecho nadie más que ella.

La puerta estaba cerrada desde dentro. La llave estaba puesta.

Pero, ¿cómo?

Se pasó las manos por la cara. Era todo una locura. Estaba loca. Sino, ¿cómo habría podido hacer todo aquello?

Se fue a por un par de bolsas de basura grandes a la despensa para ir echando en ellas todo lo que ya no se pudiera arreglar. Y así, al mismo tiempo que buscaba los teléfonos, limpiaba. 

Sacudió los sofás en los que había suciedad y espuma de los cojines. Recogió las fundas semi vacías del suelo, cristales de algunos marcos de fotos,...

 

Movió el mueble de la televisión y detrás de él, encontró aparte de pelusas, más cristales y espuma de los dichosos cojines, el teléfono fijo.

 

¡Bien!¡Uno encontrado!

Ahora faltaba conectarlo al siporte para que cargara un poco ya que no tenía batería.

Así que mientras tanto siguió limpiando y bebiendo agua sin cesar.

 

A la media hora el salón ya tenía un aspecto más decente, así que cogió el teléfono, se sentó en el sofá y llamó a Mateo.

 

- ¡Dios mío Naya!¿Estás bien? Llevo llamándote toda la santa mañana. ¿Dónde tienes el móvil? Me sale como apagado.

- Ey, Mateo. ¿Puedes venir a casa? No sé que me ha pasado. Mi casa está destrozada y no recuerdo nada en absoluto. Y no sé donde está mi móvil. Aún lo estoy buscando.

Las ganas de Naya por llorar iban en aumento pero se contuvo ya que no quería preocupar aún más a su novio.

 

Pero aún así, Mateo ya la conocía lo suficiente y notó en su voz que ella no estaba bien y que le necesitaba.

- Lo que tarde en vestirme y llegar cielo.

- Vale. Gracias.

 

Colgaron.

 

Naya se quedó con el teléfono en la mano y la otra cubriendo sus ojos para así intentar frenar las lágrimas que pugnaban por salir.

Los minutos que fuese que tardó Mateo en llegar, Naya se los pasó sentada en el sofá hasta que llamó al timbre.

 

Se levantó rápidamente y se miró en el espejo del hall secando de ese modo sus lágrimas e intentado parecer más serena.

Le abrió la puerta del portal y se quedó esperando a que Mateo llegara al primer piso.

Abrió antes de que llamase a su puerta y se abalanzó sobre él abrazándole y sientiéndose sana y salva.

 

 

Gracias por leerlo. Espero que os haya gustado.

En breve, la cuarta parte :)

Ontanaya.


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