Princesa

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Recuerdo tantas cosas especiales de ella que no me extraña nada que le pusiera ese apelativo. Lo es, pero yo no soy lo que ella cree. La tenía prácticamente olvidada, pero la vida es así, después de tantos años, me la devuelve. O más bien me da la oportunidad de tenerla, porque realmente nunca fue mía.  Sólo rezo para que se de cuenta más tarde que pronto que yo no puedo ser lo que ella ve en mí. Cerca de mí corre peligro y por más que se lo digo, no lo cree. Veo en ella tantas cosas que me gustan, que me excitan...que no puedo controlar que las ganas que tengo de hacerla mía y las de protegerla concuerden.

 

No puedo disfrazarme de cordero cuando soy un lobo y uno con ganas de morder. Ella cree que lo sabe todo de mí, que no hay nada que no le pueda asustar, cree que todo lo que hay en mí es deseo y es así, pero son deseos más oscuros de los que ella cree. Temo hacer algo que la haga tenerme  miedo, aunque sería lo mejor...yo no soy hombre para ella.

 

Imagino a veces como sería jugar con ella, enseñarle que hay mucho más allá de lo que ella ve, si se dejara... hay un mundo de sensaciones placenteras en todo lo que ahora ella ve sucio... si sólo me dejara mostrárselo, si pudiera hacerla ver que a mí me encanta tal y como es y no viera en mí un príncipe, yo podría mostrarme como el salvaje que soy.  Si le contase todas las cosas que imagino que le hago... saldría corriendo. No está preparada para mi mundo, y dudo que algún día pueda estarlo.

Cuando le dije que mis instintos eran muy primarios todo lo que pudo imaginar se queda corto, y no quiero que salga de mi vida, no al menos hasta que no experimente conmigo lo que puede llegar a sentir, lo que un rato entre mis manos le pueden hacer a su cuerpo. Siempre la imagino delicada, tímida, sumisa e intentado sorprenderme con cosas que yo seguro ya he visto. Y aunque ella cree que me río de eso, me pone a mil, me excita muchísimo tener a alguien tan virgen en todo esto... es un cuadro en blanco en el que plasmaría todas mis experiencias.

 

Imagino tenerla desnuda en una cama sólo con ropa interior de encaje blanco, temblando de miedo ante mis ojos hambrientos, suplicándome que tenga cuidado con ella...eso me excita más. La besaría para tranquilizarla, probaría esos labios que tanto me gustan, los mordería con furia mientras le acariciaría los pezones. Se los retorcería para ponerlos duros, los pellizcaría y se los mordería. Pondría mi pene entre sus pechos y me restregaría en su cuerpo hasta que empezase a lubricar y mi polla mojase su cuerpo. Iría dejando mi semen y mi saliva por todo su cuerpo, toda ella estaría marcada por mi, oler mis fluidos mezclados con su propio olor es algo que hace que me comporte como un animal, reconocer en su cuerpo mi propio olor... es excitante. 

 

Y no tiene porque entenderlo, sólo dejarse hacer. Porque le haría de todo y de todas las formas posibles. Me la comería entera, sus tetas, su coño... por dentro y por fuera. Varias veces, hasta que chorreara su flujo por mi cara, hasta faltarme la respiración... sin perder de vista su cara que tantas cosas me va a decir. Porque va a disfrutar, lo sé. Hay tantas cosas que no sabe, pobrecilla que inocente es. Quiero follármela sin parar, sin pedirle permiso ni perdón, quiero empotrarla en la pared de la entrada de mi casa, sin más preámbulo que una sonrisa traviesa y metérsela sin tonterías, sin caricias previas ni romanticismos inútiles...yo soy como soy y no tengo que esconderme, no con ella. Quiero que me vea por dentro, lo más íntimo y oculto de mí, y que se quede... que a pesar de eso...se quede. 

 

No me queda un puto hueco en mi cabeza que no esté lleno de ella, de mi ansiedad y curiosidad por saber como va a reaccionar. ¿Me tendrá miedo? Joder, que cachondo me pone pensarlo... quiero tenerla entre mis piernas ya! Quiero que me la chupe como nunca me lo han hecho, porque seguro que lo hace dulce y suave como ella es, digno de una princesa. Su lengua ha de ser la más cálida y caliente del mundo y su boca muy acogedora... se la voy a meter hasta el fondo, hasta que me pida que pare... y no lo haré. La dejaré acomodarse a mí erección, pero no cederé, no pararé. Penetraré su boca cogiéndole el pelo para dominarla. Y sé que le va a gustar, sé que se va a escitar tanto que me pedirá más, que querrá tragarse toda mi esencia como si nunca hubiese probado algo tan bueno.

 

Quiero absorberla, lamerla, morderla.... quiero azotarla hasta que le escueza la piel. Ver como se excita y se moja con cosas que nunca pensó que pudieran estremecerla. Quiero ver su cara sonrojarse de vergüenza cuando le pida que me diga que la folle.  Porque pese a lo que piensan los demás, yo veo en ella cosas que nadie ve... y sé que le van a gustar.  Pensar en ponerle las manos encima se traduce en una erección inmimente en mi cuerpo, y ya no soporto más esta situación. Ha de ver lo que llevo dentro, ha de sentir lo que yo siento cuando me dejo llevar y disfruto, solo así podrá entenderme ya que las palabras... no sirven. La voy a hacer mía de tal manera que no va a poder volver a hacerlo de otra forma que no sea así, se va a acordar de mí el resto de sus días. Quiero verla disfrutar con todo aquello que cree que tanto pavor le da... porque eso es lo más íntimo que me puede dar. Porque el regalo me lo hace ella a mí, no al revés. El que va a vivir algo muy diferente voy a ser yo, el que está temblando de miedo... soy yo. Yo soy el que puede salir herido de esa cama, ella vivirá una experiencia inolvidable que puede gustarle o no... yo ya la necesito.

No soy hombre para tí, princesa.   

 

 


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