Deudas, Sexo y Religión parte II
Por Prometea
Enviado el 12/12/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Al dejar la taza de café, la mano de mi esposa en lugar de regresar a su origen, fue a parar caprichosa a la entrepierna de René que seguía mudo y tragando saliva. Mi esposa, tuvo entonces que disimular demasiado para no soltar una expresión de asombro al ver que el bulto sobre el que ya había fijado su atención y del que le conté yo mismo cuando la última fiesta, duplicó su tamaño y era inocultable. Entonces ella puso en práctica la última fase del plan: con su mano todavía en la pierna de él, lo vio a los ojos y con los suyos enrojecidos, como a punto del llanto, le preguntó: ¿qué puedo hacer para que nos ayudes con la deuda? Al mismo tiempo ella acercó su rostro a su oído dejándole sentir su rico chanel no 5 que era el que usaba para tener sexo conmigo. No se alejó completamente, su nariz estaba a escasos 2 centímetros de la de él. Entonces, el ya no pudo más y la besó. Al mismo tiempo ella aprovechó para acariciar el magnífico animal debajo de su pantalón. Casi se muere del gusto y del susto al corroborar que ese miembro era real. Portentoso, duro, circuncidado, palpitante, enorme, simplemente enorme. Él tuvo entonces una muy humana y comprensible media eyaculación precoz que dibujo una mancha de humedad en su fino pantalón.
Ella para llevar el tormento al máximo, entonces hizo la pausa necesaria y se separó violentamente de él: “¡Pero ¿qué vas a pensar de mí?!...yo amo a mi esposo….es solo que ….estaría dispuesta a todo si tan solo tú….”
Él sin poder contenerse más, empezó a jadear: “Ya no me deben nada, te lo juro, solo quiero que seas mía al menos una vez". Ella con la voz más melosa y angelical que fue capaz, le dijo “¿De verdad? ¿No vas a pensar que soy una puta?”…Él dijo casi gritando: ¡no, por dios! Eres la mujer más bella que conozco y te deseo tanto desde hace mucho. Ella le preguntó ¿No es pecado? Él bajó la cabeza y cuando estaba a punto de llorar y volvió a alzar la mirada, mi esposa ya se había quitado la blusa, y desabrochaba hábilmente el cinturón de él. Sin dejarle responder sobre lo pecaminoso del asunto, le bajó los pantalones y su impecable ropa interior.
Entonces lo vio directamente por primera vez. Se la había imaginado mil veces cuando teníamos sexo. Pero solo hasta entonces pudo tocar los casi 20 centímetros de un miembro que se parecía al super vibreador que usábamos para jugar. Café, muy venudo, lo podía tomar con las dos manos sin abarcarlo todo. Estaba completamente mojado por la eyaculación previa. Ella ya no pudo más. Se lo llevó a la boca, lo limpió con su lengua, lo lamió, lo manipuló con las dos manos al mismo tiempo que le acariciaba los testículos. Se lo llevó a la boca y parecía que quería provocarse el vómito pues llevo la gran cabeza hasta la garganta. Ahora se lo ponía de un lado y se le dibujaba en una mejilla, ahora en la otra. Lo probaba como a un dulce delicado, se lo comía. Parecía un miembro irreal. Duro como metal, una ligerísima curva evitaba pensar que era un asta bandera.
Ella sin quitarse sus bragas, se colocó en posición y casi mágicamente, sus labios se separaban con vida propia. Parecían más urgidos que su dueña de ser penetrados. Cuando la cabeza de ese gran pene tocó lo labios, René y mi esposa empezaron a temblar de placer. Así, centímetro a centímetro fueron horadando ese canal del placer. Ella chorreaba y se humedecía como nunca. Él tuvo la segunda parte de su eyaculación precoz. La lubricación estaba al máximo y el animal no se amilanó ni un milímetro. Ella empezó a cabalgarlo, en pocos minutos él tuvo un segundo orgasmo con más leche que se mezclaba con los jugos de mi esposa. Ella perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo. Solo casi después del tercero de él y cuando estaban bañados en sudor que se lamían mutuamente. Ella se salió solo para llevarse de nuevo el gran miembro a la boca. Él solo alcanzó a descansar 10 minutos en los que ella lamió todo su velludo cuerpo. Ahora él la puso sobre el sofá con las plantas de los pies apuntando al techo. La penetró una y otra vez, ella lloraba y reía al mismo tiempo de puro placer. La volteó y mientras ella observaba la foto de nuestra boda religiosa colgada en la pared, él se volvía a venir en su vagina que chorreaba la mezcla perfecta de semen y lubricante femenino natural.
En ese momento, ella volteó y viéndolo a los ojos, le preguntó: “¿ya no te debemos nada?”…él dijo, más bien molesto por la repentina interrupción, absolutamente no.
Finalmente se tomaron lo que parecía un descanso. Ella dijo sonriendo: “ya se te enfrió el café”. Él tenía la mirada perdida y parecía pensar muy profundo. Entonces ella leyendo su mente le volvió a decir: “no me dijiste si era pecado, pero no importa, en todo caso creo que será la última vez que esto suceda”. Él se incorporó como impulsado por un resorte y volviendo a su habitual expresión suplicante, le dijo ¿cómo que la última vez? Pero es que acaso… ¿no te agradó? Ella contestó inventando “Lo que pasa es que Arturo y yo quizá nos cambiemos a un lugar en el que yo pueda trabajar para conseguir dinero”. En realidad, continuó ella: “no es mucho lo que ganaré. Quizá 5 o 6 mil pesos mensuales pero eso nos ayudaran mucho y resolveremos muchos problemas y carestías”. Él sacó su cartera, y poniéndose de rodillas le suplicó en el tono más amable y condescendiente de que fue capaz: Por favor no me lo tomes a mal. Yo te contrato desde ahora como mi asistente personal con 10 mil pesos mensuales. Pero no se vayan. Tu obligación solo será que hagamos el amor como lo hicimos hoy cuando tú quieras y puedas.
Ella tomó el dinero, lo puso en el elástico de sus bragas como lo hacen las profesionales del table dance y volvieron a tener sexo de manera magistral.
Una vez a la semana, 4 veces al mes, mi esposa me muestra la grabación del sexo más caliente y lubricado que tiene. Por supuesto ahora cada domingo los cuatro asistimos a la misma iglesia y nuestra cuenta bancaria ya se volvió un poco más respetable.
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