Habían comenzado a caer las primeras gotas de lo que prometía ser una gran tormenta. Coquita se encontraba limpiando las mesas del prácticamente vacío restaurant, mientras miraba de reojo como la lluvia comenzaba a caer en la calle.
De pronto al local entro un extraño hombre, inspecciono en silencio el local por unos momentos y luego se sentó en una pequeña mesa individual que se encontraba en una esquina. Coquita lo observo y lo reconoció como un cliente habitual, aunque solía venir siempre de mañana y le pareció extraño verlo a esta hora por la tarde.
-Hola.- dijo con una gran sonrisa Coquita al hombre, quien apenas la miro muy seriamente -¿Puedo ofrecerte…?
-Un café.- dijo el hombre interrumpiéndola y de forma bastante autoritaria.
Coquita suspiro y se alejó de él para buscar su pedido.
Habían pasado ya dos horas, y lo peor de la tormenta había pasado. El restaurant estaba prácticamente vacío, excepto por el extraño hombre que aún seguía sentado en aquel apartado rincón. La hora de cerrar se acercaba, y Coquita ya había dado todas las indirectas posibles de que era hora de irse, finalmente al ver que no tenía respuestas, decidió emplear una acción más directa.
-Es tarde, estamos por cerrar.- dijo Coquita suavemente al hombre, este la miro con una expresión seria y sin emociones.
Finalmente el hombre se paró muy lentamente, arrojo unos billetes en la mesa y salió del lugar, mientras Coquita lo miraba desde el otro lado del lugar.
Coquita, una vez que finalmente logro quedarse sola en el lugar, se apresuró a limpiar lo último que le quedaba, apagar las luces y cerrar el lugar, había sido un largo día y no veía la hora de llegar a su casa.
Ya había oscurecido cuando Coquita logro terminar finalmente con todas sus labores del local. Cerro la puerta y se alejó caminando del local, aunque solo llego a hacer unos metros, cuando de pronto sintió como alguien rozaba su hombro, ella se dio vuelta y se sobresaltó al ver al mismo hombre que había estado por la tarde sentado en el restaurant provocando que cayera sentada al piso.
-Por dios hombre, no puede andar asustando así en la noche, me va a matar de un paro al corazón.- dijo Coquita, comenzando a levantarse del suelo, y todavía algo sobresaltada.
-Perdón.- dijo el hombre, mientras estiraba su brazo hacia ella para ayudarla a levantarse.
-¿Pasa algo?- pregunto finalmente Coquita al ver que el hombre se había quedado parado allí en silencio.
-Creo que me olvide las llaves en el local.
-No, no creo, limpie todo el lugar y definitivamente no había nada, lo siento, las debe haber perdido en otro lugar.
-Sí, las perdí ahí adentro, solo me va a tomar un minuto fijarme.
-Perdón, pero no, ya cerramos, si quiere puede pasar mañana por la mañana.- dijo Coquita mientras intentaba alejarse de aquel hombre, el cual a esta altura estaba comenzando a tenerle miedo.
-No puedo esperar.- dijo el hombre, mientras tomo con fuerza el brazo de Coquita, esta lo miro asustada, y antes de que pudiera gritar, o hacer cualquier cosa, el hombre, con su otra mano, le mostro un arma, la cual movió hasta oprimir las costillas de Coquita.
-Por favor, por favor.- rogo Coquita con lágrimas en los ojos.
El hombre la obligo a moverse hasta dentro del local, donde finalmente la arrojo sobre una silla, y le apunto con el arma.
-Por favor no tiene que hacer esto, solo tome el dinero y vallase, le prometo que no voy a decir nada.- dijo Coquita entre lágrimas, y con las manos abiertas hacia el hombre.
-Lo siento.- dijo muy por lo bajo el hombre, más para el mismo que para Coquita.
Se escucharon dos estruendo del arma, e inmediatamente después, un cuerpo muerto cayendo al suelo. El hombre, Johannesburgo, salió del local velozmente para perderse en la noche, finalmente había terminado su trabajo.
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