Ya no quedan más, solo ellas dos. El viento las quiso echar, con el peso de la nieve no pudieron más. Pero el afán a la vida, no les dejo marchar. Aunque la lluvia las quisiera ahogar.
El verano las vio crecer y ahora el invierno las quiere joder. Atrás quedo la fina brisa que les hizo bailar. Atrás quedaron las tardes al sol con todo su esplendor. Y con el paso del tiempo, cambiaron de color.
Ahora todo era frío, todas se habían caído, habían desaparecido.
Solas ellas dos, cansadas del cuento que pudieron soñar. Cansadas de la alambre que les toco agarrar. Va siendo hora de despertar. Pensaran en el pasado que les hizo recordar la mierda vida que quisieron soñar.
Pero es mejor no pensar, vivir sin un mañana. Disfrutar cada momento de las cosas que nos pasan, sean buenas o malas. No joder al de al lado, aprender del pasado. Escupir a quien te pise, bailar con tu sombra. Beber el miedo, inspirar ansiedad y fumar tranquilidad.
Muchos sueños que fundir, pero ya ninguno se va a cumplir. No les quedan muchos días, ellas también van a morir.
Lo que ellas se creían, que lo harían a la vez, bebiendo su ultimo café. ¡Que ingenuas! se reía el árbol que las retenía, en ese instante que a una vio caer.
Una en el cielo, otra en el infierno. Pocos metros las separan de la más absurda lejanía. La de arriba lloraba como una descosida, pensando que la otra se había quedado sin vida.
La de abajo se reía. La de arriba no sabia que la otra, había empezado a vivir, sin ataduras, sin restricciones, sin conformaciones. Había empezado a volar con ayuda del viento. Otra vez más, empezó a soñar.
Esta es el cuento, de las dos ultimas supervivientes del otoño, las dos hojas del bosque más fuertes.
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