Había estado toda la mañana de compras con Lucía sólo para encontrar el conjunto perfecto para aquella noche. Finalmente lo consiguió, cuando entró en la tienda y vió el vestido lo supo, era el elegido. Tenía un poco de vuelo pero era ajustado. Ni muy corto ni muy largo. En un tono turquesa que le quedaba genial con los tacones que le regalaron por su cumpleaños. Toda la mañana de tienda en tienda había merecido la pena.
Volvieron a casa de ella y, después de merendar y cotillear un poco, decidieron ponerse manos a la obra. Habían quedado con todos a las diez y media y sólo quedaban dos horas.
Ella había estado esperando meses y por fin se había decidido, iba a decírselo. Esa noche iba a contarle que estaba locamente enamorada de Él.
Se secó el pelo y se lo rizó, le quedó más bonito que nunca. Después se maquilló, no muy llamativo pero de una forma perfecta. Se lavó los dientes y se vistió, aquel vestido le quedaba perfecto, se ceñía a las curvas que tanto le habían costado conseguir. ¡Ya está! Estaba lista. Después de ayudar a Lucía a prepararse las dos estaban guapísimas. Ella miró el reloj, eran las diez y veinticinco cuando llamaron a la puerta. Estaba nerviosa pero al mismo tiempo necesitaba hacerlo. Abrió la puerta y entraron Dani, Sergio (el novio de Lucía), Pablo y Paula. Los tres chicos las vitorearon por lo guapas que estaban. Ella esperaba con todo su corazón que el también se fijara. Y entonces sonó el timbre, sólo faltaba Él.
Abrió la puerta y allí estaba Él tan guapo como siempre, con unos vaqueros y una camiseta que le quedaba impresionante. Y con aquellos enormes ojos que la miraban atentamente. Pero no dijo nada, se limitó entrar.
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