LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(20)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 18/12/2015, clasificado en Varios / otros
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Era un día de estío,
la tarde iba cayendo
y su claridad muriendo,
el sol su fuerza perdía
y se iba escureciendo
aquel caluroso día.
Me encontraba cansado
con mi mente en despecho,
me golpeaba en mi pecho
y demandaba perdón,
procuraba buscar techo
por si perdía ocasión.
Mis ojos se abrieron
de alegría o de miedo,
pero asombrado quedo
cuando pude contemplar
una silueta que puedo
en el tiempo adivinar.
Era lo que ansiaba.
Mi “señorito” llegó,
su boca algo musitó
y yo tras sí lo seguía,
a nuestra casa entró
y contento me parecía.
<<En memoria de tu padre,
por servicios prestados,
por los tiempos ya pasados,
aunque seas un rapaz
-dijo- , pues sois honrados,
tú serás mi capataz>>
<<No fuiste de mi confianza,
pero tienes mi respeto,
te entrego este reto
y demuestra tú valer,
no me uses como peto
y muestra tu menester>>
<<Serás mi guía, mis ojos,
mis brazos, mi voluntad,
sírveme con lealtad
y destierra el engaño,
que en ti aflore la verdad
y nunca tendrás regaño>>
<<Te entrego mis tierras
con toda mi confianza,
contigo sello alianza
y poder delego en ti,
tú eres mi esperanza
aunque tarde lo entendí>>
<<Labora bien mis tierras,
sácale buen rendimiento,
aprovecha el momento
y aplica tú doctrina,
demuestra tú entendimiento
y cualquier voz declina>>
Y acabó diciendo:
<<Honradez solo te pido,
y que seas atrevido
en tus prontas decisiones,
cumple bien tu cometido
y salta los escalones>>
Mi corazón palpitaba,
súbitamente temblé
y en mi madre pensé;
lo esperado llegó,
con alegría lloré
y mi aflicción voló.
El cielo se me abrió
y lloré de alegría,
aquello que compartía
lo seguiría disfrutando;
valor y arrojo echaría
para continuar luchando.
Ya no era ningún rapaz
ni menos núbil imberbe,
a mí la sangre me hierve
cuando me siento ofendido;
ojalá en mí se conserve
ese don de agradecido.
Me siento recompensado.
La espera de esta mena
había valido la pena
para pulir sus valores,
romper la dura cadena
para obtener favores.
Me sentía hombre importante,
orgulloso, responsable,
pero tímido, afable,
hombre me consideraba
de sinceridad notable
y compresión buscaba.
Un sinuoso camino
se abría ante mi mente,
una inmensa fuente
manaba en rededor
y un robusto puente
se alzaba anta mi pudor.
Una gigantesca loza
sobre mis espalda cayó,
su peso me aplastó,
pero bien la soporté;
resistencia encontró
y con honor la alzaré.
La huerta fue mi cuna,
su tierra me vio nacer,
mi madre me dio el ser
y con orgullo crecí,
allí pude aprender
a ser el hombre que fui.
Nunca me imaginé
que aquel predio lo labraría,
mi buen saber aplicaría
y demostrar mi valer,
a la gente enseñaría
para mostrar mi poder.
Al amo, a mi “señorito”,
le estaré agradecido
por lo que me ha ofrecido,
cumpliré con su encomienda
hasta perder el sentido
y cuidaré su hacienda.
L
Todo era regocijo,
me sentía muy contento,
era un feliz momento
con lágrimas remojado;
olvidé el aliento
de estar desesperado.
Mi pobre madre lloraba
y daba gracias al cielo,
dentro sentía revuelo
de tanta felicidad
y olvidando su celo
bendecía la verdad.
Yo la contemplaba firme,
fijo en sus ademanes,
habían salido sus planes
y moriría en la huerta;
maldecía a los truhanes
de manera incierta.
Con el cuerpo y alma
al predio me dediqué
y de aquello disfruté,
me entregué con mi saber
y su esplendor levanté
con mi sabio quehacer.
Aunque era un sutil núbil
demostré mi sabiduría
y mi labor suponía
la envidia de gente
que su odio anteponía
a cualquier referente.
La huerta era un jardín
entre frutales y flores
de lindísimos olores,
era un jardín florido
de multitud de colores
que lo hacía preferido.
La tierra seca, yerma,
logré hacerla productiva,
era labor atractiva
y me sentía orgulloso
de un trabajo que iba
siendo muy hermoso.
Nadie en el pueblo
en mi juventud confiaba
ni nada se esperaba,
era un hombre muerto
que como ciego ambulaba
por tan árido desierto.
Pero demostré ser ducho
en temas de agricultura,
aunque en escritura
estaba poco versado,
más con mi buena montura
quedé bien compensado.
Ondeé bien mi valía
y toda mi enseñanza,
henchido de confianza
me jactaba del saber,
pues era punta de lanza
demostrando mí valer.
Dejé de cobrar las rentas,
pero tenía un reto
y tuve que ser discreto
ante tanta obligación,
porque con aquel decreto
se avivó mi corazón.
Pero siguió mi apodo
y rentero me llamaban,
en mí siempre encontraban
un capataz comprensivo;
a mi casa se acercaban
por cualquier motivo.
Con el paso del tiempo
gran prestigio alcancé,
en mi vida imaginé
el respeto que radiaba
y nunca olvidaré
la meta que alcanzaba.
Hice grande aquel predio
con trabajo y tesón,
puse toda mi ilusión
y me vi recompensado,
nunca perdí la razón
ante todo lo logrado.
Ya era digno de confianza
y mis amos me alagaban,
ciegos en mí confiaban,
pero con ojos abiertos,
atentos me vigilaban
en todos los conciertos.
Yo era muy feliz
con tan carga de trabajo,
parecía un escarabajo
minando siempre la tierra,
aunque va boca abajo
su casa nunca cierra.
Pero solo de trabajo
no se puede vivir,
no se puede confundir
nuestra realidad
con formas de subsistir
dejando atrás la verdad.
Se necesita pareja,
compañera de viaje
enfundada en blanco traje
de espléndido fulgor,
ligera de equipaje,
pero henchida de amor.
Necesitaba a mi lado
una buena mujer
que se dejase querer
y fuese trabajadora,
una hembra con el deber
de bregar a cualquier hora.
Yo amaba a esa joven
que feliz me correspondía,
que por mí mucho sufría
cuando estaba afligido,
gran amor por mi sentía
y me tenía prendido.
Estaba en edad núbil,
apta para procrear,
con ganas de laborar
y cuidar de su esposo,
con afán de demostrar
su íntimo más hermoso.
Un día le pedí nupcias
y me contestó llorando:
<< ¡Tiempo llevo esperando!
-dijo con suma alegría->>
De honra me fue llenando,
ella lloró como una cría.
Se acordó los esponsales
dentro de nuestra humildad,
fuimos con sinceridad
a nuestra feliz unión
y mostrando la verdad
radiábamos de ilusión.
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