LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(21)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 20/12/2015, clasificado en Varios / otros
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Ll
Fue un día muy feliz,
para mí un gran evento,
pues no es ningún cuento
que emocionado estaba,
di rueca a mi contento
y de alegría sollozaba.
Era un día especial,
donde todo era candor
y brillaba el amor,
un día de primavera
de infinito fulgor
con amantes a la espera.
Fue sencillo el oficio,
más grande la devoción,
yo abrí mi corazón
y mi alma le entregué;
ella juró sumisión
y con gozo la acepté.
El párroco nos bendijo
y una esposa me dio,
un esposo concedió
a la mujer desposada
que con alegría lloró
sintiéndose amada.
Con alegría y gozo
de la iglesia salimos,
hacia la huerta partimos
a fijar nuestro destino,
con sencillez ofrecimos
devoción a la divino.
La tarde iba cayendo
y yo iba suspirando,
paciente estaba esperando
aquel bello anochecer,
parecía estar llorando
y harto de padecer.
Era un total engaño:
mi corazón palpitaba
y alegre esperaba
su cuerpo ardiente
que sumisa preparaba
su entrega inocente.
Yo maldecía al tiempo,
pues esperaba quieto
aquel efímero asueto
que no le veía final,
pero acogí el reto
de esa gran espiral.
Cabizbajo aguardaba
la llegada de la noche,
recibirla con gran broche
y fundirme con su mirada,
romper cualquier reproche
blandiendo mi espada.
Quería recorrer caminos
en mi yegua montado,
quería sentirme apreciado
por tan hermosa montura
que tenía a mi lado
henchida de gran natura.
Ella sentiría mi peso
con deseo de pasión,
callaría su aflicción,
se avivaría su amor;
su hermoso corazón
se llenaría de candor.
Por la senda del deseo
juntos cabalgaríamos,
pasión continua tendríamos
en esta azorada vida;
siempre nos amaríamos
en nuestra huerta querida.
El peso de mi cuerpo
con deleite sentirá,
de sudor se impregnará
con su índole de olor;
sus uñas me clavará
y no sentiré dolor.
La pasión es arrebato
en momento puntual,
pero es buena señal
de amor y de respeto;
la lívido es funcional
si se acepta el reto.
Pero sigo cabizbajo.
El tiempo pasar veo
y en su luz me recreo
esperando oscuridad,
en su paso firme creo
buscando mi identidad.
Me corroe la pasión
al contemplar su figura,
dominar mi compostura
es tarea imposible
y no ansiar esa montura…
es arduo increíble.
Pero debo ser paciente
si quiero bien cabalgar
y felizmente trotar
por sendas de pasión,
conforme debo esperar
y mantener la ilusión.
Lll
Ya ha caído la tarde.
La luz se va muriendo
y mi inquietud creciendo,
con satisfacción miro
lo que va acaeciendo
y jubiloso respiro.
Ya voy viendo el final
de esta larga espera,
aunque es vez primera
parezco tener quebranto,
hay quien desespera,
más yo no tengo espanto.
Yo tácito esperaba
la llegada del evento,
cerca estaba el momento
de copular con mi amada;
surgía mi sentimiento
por la mujer deseada.
Demostré ser paciente
y esconder mi inquietud,
pese a mi juventud,
aireé mi paciencia
emulando senectud,
pues usé mi inteligencia.
Absorto escureció.
Mi corazón jadeaba,
mi instinto se calmaba,
pero mi inquietud me dolía;
sosiego necesitaba,
pues mi alma se salía.
Era hora de entrar en casa
y estudiar el ambiente,
miraría en su fuente
para sí poder actuar;
contemplaré todo su ente
para poderle amar.
A la mesa me senté
y viandas degustaba,
de reojo la oteaba
con oculta timidez,
con su mirada chocaba
henchida de placidez.
Ella me miraba fija,
con decoro, con pasión,
latía mi corazón
en mi pecho recluido
y buscaba mediación
para ser hombre atrevido.
Y me volví descarado:
su mirada desafié
y su pasión abracé,
estaba desafiante,
mi deseo le mostré
sin ser persona arrogante.
Nos hicimos cómplices
de lujuria y amor,
nos mostramos sin pudor
ante nuestra gran ventura;
pusimos todo el ardor
que nos daba la natura.
Sus pechos desafiantes
con elegancia mostraba,
con su mirar me retaba
y yo seguía descarado,
frente a ella me encontraba
sereno, pero alterado.
La lívido por mi corría
como manantial de fuente
corriendo diluyente
por el cauce del río
y lamiendo su pendiente
se enfrenta a su desafío.
Su enorme fuerza domino
por no llamar la atención,
para mí es un sofocón
de angustias y desenfreno
que aviva mi pasión
en cualquier terreno.
Fantasías oníricas
en mi mente se acuñó,
mi frenesí avivó
con estandarte de amor
y mi deseo voló
hacia mi bella flor.
Las viandas en la mesa.
Nuestras miradas se fundían,
pues pasión solo querían
en la noche silenciosa,
nuestras sensaciones fluían
lindas como una rosa.
Nadie se atrevía a hablar.
El silencio era oro
y yo miraba al foro
donde el catre esperaba;
yo oteaba con decoro,
pues deseoso estaba.
Mi madre, ¡mi pobre madre!,
estaba toda nerviosa,
aunque era muy dichosa
no paraba un instante
y hacía cualquier cosa
para mostrar su talante.
Nos miraba con respeto
eludiendo situaciones,
leía nuestros corazones
henchidos de frenesí;
quise buscar soluciones,
más su actitud comprendí.
La situación era rara.
El tiempo transcurría
y yo, descarado, seguía
a mi amor desafiando,
con la mirada perseguía
a quien me estaba invitando.
Éramos muy felices
pese a aquella situación:
sofocar nuestra pasión,
nuestro lívido calmar
y vivir con ilusión,
eso queríamos lograr.
Todo tiene un final,
también lo más deseado,
aunque no lo esperado,
pero cruel es el destino
cuando se nos es mostrado,
pues surcos tiene el camino.
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