LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(23)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 22/12/2015, clasificado en Varios / otros
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LlV
Todo parecía normal,
éramos bien avenidos
y nos sentíamos queridos,
pero falso todo era;
nos hallábamos perdidos
como una vil pendenciera.
Me sentía un criminal,
pues había matado
y también humillado
a lo que tanto amaba;
con el sosiego alterado
sutil consuelo buscaba.
Mucho tiempo pasó
antes de poder tocar,
y sobre todo de amar,
a mi afligida esposa;
no le podía susurrar
ni palpar su boca hermosa.
En las noches de verano,
cuando afloraba el calor,
contemplaba su sudor
y me henchía de pasión;
era hombre pensador
en su total repulsión.
Ya no podía tenerla
ni de su cuerpo gozar,
tan solo podía mirar
y olvidar pensamientos.
¡Cuánto podría disfrutar
teniendo sus sentimientos!
Aquellas noches de fuego
a la playa me acercaba,
en la arena me sentaba
viendo las olas venir,
la luz en el mar reilaba
y las veía morir.
A las olas susurraba
y mi pena les conté,
respuesta no encontré,
más el alma me dolía;
mi vista al cielo alcé
henchido de melancolía.
Les hablé de mi amor
en ciénaga perdido
con recelo contenido,
les confesaba mis penas
con un llanto afligido
queriendo romper cadenas.
Más el ruido de las olas
el silencio quebraba,
su ir y venir acallaba
una respuesta aceptada
y la oscuridad velaba
por mi aflicción desgarrada.
Aquella noche oscura,
sentado en el rebalaje,
maldecía tal ultraje
y lloraba desolado,
me sentía un malaje
con mi quebranto exaltado.
En algunas otras noches
un gran arrebato sentía,
una gran luz a mí venía
llenándome de ilusión,
más un alegato cubría
mi tétrico corazón.
En las noches de invierno,
cuando arrecia el frío,
como animal bravío,
me embutía en el lecho,
pero su desidia, su brío,
se apagaba en mi pecho.
Yo contemplaba su cuerpo
en nuestro nido de amor,
con tanta pasión y ardor
que ardían mis sentimientos,
pero un gélido sudor
helaba mis pensamientos.
¿ Por qué no podía comerla
y besar su sensual boca?
Era como una roca
insensible e inerte,
era una rizada coca
denegrida y fuerte.
No sé cuanto aguanté
la singular situación,
mil veces pedí perdón,
mil veces ella calló
mostrando sumisión
y mi deseo se quebró.
Harto ya de estar harto,
no pudiendo copular
ni su cuerpo acariciar,
una noche la monté
y comencé a disfrutar,
más pasión no encontré.
Parecía un cadáver.
Inmóvil ni respondió
a mi pasión y aguantó
insensible a mis besos,
ni sus ojos osciló
tétricos y aviesos.
Así transcurrió un tiempo
creyendo mi pasión
que era solo ficción
y el lívido acallaba,
sentía gran aflicción
porque amor no encontraba.
Era una noche bravía
de fina lluvia tronada,
de rayos iluminada,
de nuevo monté mi jaca,
fijándome en su mirada
que engullía su olor a albahaca.
Aquella tétrica noche
mi pasión aceptó,
con mi cuerpo se fundió
y felices cabalgamos,
con fuerza me abrazó
y con gozo copulamos.
Recorrí un bello camino
lleno de amor, de pasión,
era tanta mi ilusión
que en sus pechos lloré;
así conseguí su perdón
y nunca de ella dudé.
Empezamos nueva vida
llena de amor y pasión,
donde no cabe aflicción,
mundana y esclavista,
en un sutil corazón
con su lado de machista.
El convivir en pareja
conlleva adjunto el respeto,
es valioso amuleto
que radia fuerte luz
y guardando su secreto
soportamos nuestra cruz.
Esa fue nuestra fuente,
de ella ávidos bebimos
y felices convivimos,
con temple y humildad
nuestra vidas compartimos
henchidas de lealtad.
Y vinieron los hijos
alegrando nuestro hogar,
bocas que alimentar,
pero inmensa alegría
y gozo al reventar
que mi corazón padecía.
Sé que todas son mijos míos
fruto de nuestro amor,
soy su progenitor
junto con mi amada esposa,
y juro por mi honor
que la mantendré dichosa.
No tengo duda alguna
ni un ápice de recelo,
bien sabe el cielo
que hablo con sinceridad,
pues corrí fuerte velo
para olvidar la maldad.
Al derecho de pernada
en las tinieblas lo hundí,
sus signos los esculpí
en los silbidos del viento
y sus secuelas perdí
en aras del sentimiento.
Jovial se sentía mi madre,
pero henchida de pena,
cumplía con la faena
y al aire se peinaba
desafiando su cadena
porque prisionera estaba.
Le lloraba al viento
mostrando su aflicción,
pedía por la redención
de su arrebatada vida
susurrando una canción
que llevaba embutida.
Me miraba con respeto,
con miedo en su mirada,
oteaba asustada
la sombra que aquella noche
planeó desmesurada
sin marcar ningún reproche.
Sabía que aquella sombra
estaba entre ella y yo,
nunca de ello me habló,
pero me tenía temor;
y ya no me acarició
aunque guardó su dolor.
La vida es efímera,
es un soplo que va al viento,
es un leve movimiento
que el destino quebranta
en difícil momento
que la oscuridad se yanta.
Mi madre vivía contenta
y de la huerta cuidaba,
a sus nietos criaba
con orgullo y pasión,
pero a mí me evitaba,
más no pedía perdón.
Aquel mes de primavera,
cuando el calor se percibía,
mi humilde madre moría;
era el mes de las flores,
el mes de la Virgen María
y le ofrecí sus amores.
Estaban todos sus nietos
en rededor de su lecho,
y con flores en su pecho
parecía estar dormida;
su camino fue estrecho,
más efímera su vida.
Yo también lloré su muerte
y se encendió mi dolor,
pues se apagó su fulgor
y al cielo le pedí
un nuevo resplandor
con destellos carmesí.
Adiós le dije llorando.
Todo quedó perdonado
y también olvidado,
culpable yo me siento
por no quedar todo hablado
en su debido momento.
Flores puse en su tumba,
dolor en mí corazón,
fluyó mi aflicción
con un torcedor quebranto
que mi insólita pasión
hizo esconder mi llanto.
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