Al otro lado del cristal, el paraíso se aparecía en forma de los mas deliciosos y variados dulces: piruletas, algodones, nubes, caramelos, y toda una suerte de gominolas, a saber: ositos, tiburones, bolones, ceros, regalices...El niño aplastó su nariz contra el cristal formando una nube de vaho con su aliento.
Dentro de la pastelería, el regocijo alcanzaba su clímax. Al dulce olor del pan y el calor procedente de los hornos, se unían ahora la contemplación de las galletas, en sus más variadas formas: cuadradas, redondas, crujientes y de barquillo.. Las había de chocolate blanco, negro, almendradas y con pepitas de lacasito, estas últimas sus favoritas.
- A ver, Marquitos, cuál te gusta?
Un dedo rechoncho señaló a lo alto de las estanterías, unos bastoncitos de fresa y limón.
La adorable madre sonrió. -Póngame unos bastoncillos, por favor.
Después, como un rey en sus dominos, marquitos señaló una barquita de chocolate.
-La barquita también por favor- habló dulcemente la madre. Y una galletita de lacasitos.
En ese momento el niño siente que sus ojos se agrandan y el corazón se le acelera. Qué ricas estaban las galletitas de pepitas de lacasitos!! Y tan sólo quedaba una. Qué suerte había tenido...
Madre e hijo salen de la pastelería. Marquitos se va comiendo su barquito alegremente mientras en la otra mano reposan los bastoncillos.
Entonces ve por primera vez al niño, que se ha girado y se encuentra absorto mirando el chocolate que ya impregna sus mejillas y sus dedos.
-Vamos marquitos, deja tranquilo a ese pobre niño.
El niño escucha el tintineo de una moneda sobre su cuenco.
Una vez solo, vuelve a apoyar su cabeza en el cristal mientras una nueva nube de vaho se forma en el cristal.
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