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Mis ojos no se podían creer lo que estaban viendo y por mucho que gritaba el tiempo no se detenía, poco a poco nos estaban separando para siempre. Ahora tendida sobre la cama de hierro, mirando el techo de mi fría celda, lamentaré más el haberte ayudado a llevar tu plan a cabo que este infierno, que pretende torturarme. Seguí tus pasos y estos me alejaron de ti. Tan ingenuo tú haciéndome creer que después del crimen nos fugaríamos juntos, y más ingenua yo al creerlo.
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