Un segundo en la eternidad

Es tan fácil imaginarse un atardecer repleto de matices naranjas, rojizas. Con una bola de fuego que triste y silenciosamente se va escondiendo de lo oscuro. Es tan bonito estar sentada delante de las escaleras de la casa y enfrente, a lo lejos, ver un unicornio celeste que galopa sin cesar. Pero ahora se fue. Todo lo que veo, está perdiendo su color, se está apagando poco a poco el entorno en el que me encuentro. Oscuro, sí, la oscuridad llega, miro alterada a mi alrededor, ¿Qué ha pasado? Me levanto, extiendo mis brazos, mi piel ya no es la misma, está arrugada y envejecida. Eché a caminar pero cada paso que daba, lo daba hacia atrás, pensando en la eternidad que había pasado viendo al unicornio, sin saber que era yo.