El cuento de la vida

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Me llamo Carmen, tengo 50 años y llevo 30 años casada. Mi matrimonio era el matrimonio perfecto. Nos conocimos muy jóvenes y el amor lleno nuestras vidas hasta la exhalación.

Pero el tiempo ha ido desvanecido mis ilusiones de la existencia de un amor verdadero.Nos ha ido haciendo mella, destruyendo el fuego y la pasión, para convertirlo en un balsa de sentimientos neutros que no nos llevan a ningún sitio.

Los besos, se han convertido en una rutina absurda, los abrazos contados y hacer el amor, en un trabajo casi forzoso, que ya no nos transmite sentimiento alguno, sino mero placer sexual.La desidia se ha adueñado de nuestras vidas y sólo nos quedan las amistades y los sueños perdidos.

Hoy he quedado con un amigo, alguien con quien llevo escribiéndome durante largos meses y por fin he tomado la determinación de conocernos.Voy ilusionada, pensando en que, tal vez, sea quien me devuelva la felicidad, pero ante todo cautelosa. Me han contado muchas mentiras en mi vida y ya no me fio de nadie.

De camino a su encuentro, mi autocar sufre un accidente y mi cabeza se golpea, dejándome inconsciente. Amanezco en una cama de sábanas suaves y coloridas que traen a mi mente miles de recuerdos. Pero cual es mi sorpresa, que al abrirse la puerta de la habitación donde me encontraba, la figura que estaba tras ella, era mi madre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, llevaba muerta 12 años, pero algo maravilloso sucedió de repente. Tan sólo bastó un abrazo suyo, para perder todos mis recuerdos y vivencias hasta la fecha y entrar en una realidad que no tendría ninguna explicación.

Volvía a tener 18 años, vivía en casa con mis padres y mi mundo anterior había desaparecido. Bajé corriendo a saludar al resto de mi familia, padre y hermanos. Todo volvía a ser como antes, es más, mi cabeza no tenía mas recuerdos. Cuando llegue junto a ellos mi vida anterior había desparecido completamente de mi cabeza.

Pasaron los meses y conocí a un chico maravilloso. Era alto, delgado, casi enfermizo, pero muy simpático. Me hacía reír a cada instante.

Sus besos eran dulces y llenos de pasión, sus manos me hacían vibrar con cada caricia que me dedicaba. Me estremecía con tan sólo fijar su mirada en la mía. Algo había entre nosotros que inundaba de felicidad mi corazón.

Terminé la carrera, él la suya, pasaron los años y cada día me hacía más feliz. El tiempo nos dio la razón y nuestro amor se consolidó.

Fueron pasando los años, a cada cual de ellos mas felices. Cada vez que algo flojeaba en nuestra relación, sabíamos sacar fuerzas de flaqueza para relanzar nuestro amor. Tuvimos dos hermosos niños que fueron creciendo felizmente a nuestro lado.

La semana que viene cumplo 51 años y se que entre todos me están preparando una fiesta muy especial.

Mi madre no podrá esta con nosotros, lleva ya casi trece años muerta y sigo echándola de menos como el primer día.

Por fin llega esa ansiada fiesta y me han hecho salir de casa para poder hacer los preparativos de la fiesta.

Me encuentro de regreso de Córdoba donde me he pasado la mañana de compras y al regreso a casa, un fuerte dolor invade mi cabeza.

Una nube de recuerdos invade mi cabeza. Se mezclan en ella recuerdos vividos y otros que parece ser estaban dentro de mi en una especie de vida paralela.

No consigo distinguir cual de ellos pertenece a mi vida real. Me desoriento por completo y cuando llego a casa, allí está él, radiante, le brillan los ojos que no se apartan de mi un solo instante y al mirarlo descubro que mis recuerdos anteriores se mezclan con los de ahora y revivo en mi cabeza los años pasados junto a la otra persona.

Esa mezcla de recuerdos me devuelve cientos de imágenes de mi marido y son las mismas que la persona que me recibe hoy con los brazos abiertos.

La misma persona que me ha mimado en dos vidas distintas durante 30 años y que en ambas me ha demostrado lo importante que es el amor y que la lucha por mantenerlo vivo es cosa de dos y que viviría otra tercera vida más por pasarla a su lado.


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