Mis recuerdos juveniles y mi amada madre.
Por Eneksari
Enviado el 06/01/2016, clasificado en Varios / otros
1845 visitas
Aún hay muchas vivencias de mi niñez que permanecen en mi mente, habiéndose hecho hueco con el tiempo. Tanto aquellos recuerdos agradables como los que fueron partes de momentos más peliagudos. Es una lástima que muchos de dichos recuerdos, una vez reales, ahora sean tan confusos que distinguirlos de la realidad se haya convertido en todo un reto.
Por aquella época columpiarme más alto que mis amigas me llenaba de orgullo, amaba llevar vestidos bonitos y patinar junto con mis amigas. Esos sí que eran buenos momentos, vividos con ilusión hasta entrar en casa llena de barro por alguna u otra caída y esperar con una falsa sonrisa la reprimenda. Pero eso no quitaba que la siguiente semana volviéramos a las andadas, organizando nuestras propias competiciones para llenar de barro al oponente, como no, con las mismas consecuencias.
Al crecer, llegó la adolescencia, esa etapa tan llena de altibajos donde una vez podía despertarme alegre y al día siguiente me pasaría el día gritando hasta a mis zapatos con tal de desahogarme. Aún no logro entender como mi madre logró soportarme tan estoicamente. Empiezo a pensar que se merece un monumento.
Pero sin darme cuenta comencé a ver y sentir otra serie de problemas y/o responsabilidades, ya no era columpiarme más alto que las demás. Había que cumplir con más normas, el colegio y sus deberes, notas etc... que suplicio. Ayudar en casa “ nada de nada”, amores, eso sí que era un verdadero martirio. Me gustaban varios al mismo tiempo, otra cosa muy diferente sería a quién le podía gustar yo. Generalmente no coincidía, vaya dilema y qué sentimientos tan contradictorios.
Cuántos días paseando por la zona que podría estar fulanito ó menganito( los nombres se han perdido con el tiempo). Con verle y justo decirnos “hola”, era suficiente para estar totalmente emocionada e ilusiona. Encima, llegar tarde y mi madre esperándome en la puerta de casa con cara de pocos amigos.
Y esos momentos de tristeza sin lograr comprender el motivo, donde me recluyo en mi habitación, para hacer “nada” como mucho, escuchar música mejor tristona para ambientarme en mi pesadumbre. Mi querida madre tocando la puerta, hija, ¿te pasa algo?, “ que pesada, siempre con la misma serenata” quiero estar sola con mi tristeza, pesadumbre, mal de amores, en realidad no tengo claro porqué estoy así, que dilema.
Pero mi madre siempre presente para lo que hiciese falta “que cara tenía yo”, sobre todo cuando me sentía enferma, entonces aceptaba sus besos y abrazos, sus zumos, comida rica y preguntas” pero únicamente lo relativo a mi enfermedad.” Una simple gripe, que para mí era estar muriéndome.
Qué tiempos más bonitos, o quizás he guardado únicamente los que me han hecho sentir feliz y claro,su parte emocional.” Mejor guardar los gratos recuerdos”.
Pero también recuerdo a mi querida madre, aguantando,soportando y amando a seis hijos, cada uno con sus más y sus menos.... si yo era así, los demás casi clones, dependiendo de la edad,” que horror”.Actualmente y con bastantes años mássss, soy incapaz de ponerme en su lugar. Yo creo que hubiese tirado la toalla, volverme loca, sería lo de menos. Cada uno con su carácter, manías, amores, y un sinfín de temas pendientes en nuestro propio ser, del proceso de aprendizaje de la vida . Que agotamiento tuvo la mujer más cariñosa y paciente,del mundo. Abierta, espontánea, risueña, con capacidad de escuchar ( varias voces a la vez) y de poder aconsejarnos lo mejor que podía, claro únicamente cuando se lo permitíamos, cuando éstos no eran de nuestro agrado, al menos en mi caso, “de mi gusto”... se acabó, enseguida cortaba la conversación. YO, ya entre los 18 o 19 años, me comía el mundo y por supuesto sólo aceptaba lo que me interesaba, no podía existir otra forma más que la mía. ( Que cara tenía )
Cuántos recuerdos, y cambios vamos realizando en nuestro proceso de la vida.
En cuántas ocasiones, pronuncio a mis hijos las mismas frases de mi amada madre, que resulta, me sentaban de pena.
Y ahora soy yo que sin darme cuenta hago lo mismo. Será porque nos educaste priorizando el amor que sólo una madre sabe dar, dándonos rienda suelta para que supiéramos salir adelante ante las dificultades de nuestro caminar, ensañándonos habilidades para superar y estar a la altura de cualquier acontecimiento” bueno ó malo” ya que tú bien sabías que la vida no es un camino de rosas y que no podías quitarnos todas las espinas. Ya éramos dueños de nuestras vidas, para poder elegir nuestro camino. Querida madre, lo hiciste muy bien.
Ahora te encuentras en otro estado mucho más puro, ó como quieran llamarlo, pero sé que nuestros pensamientos, te llegan y ahora estás sonriendo, y pensando... hay ésta niña soñadora.
Con mucho amor......
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales