Dama

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Y entonces, apareció ella… 

 Tras un incesante conversación irrelevante con una mujer en su casa...

- ¿Cómo fue tu primera vez? -Me pregunto ella sin ningún tipo de pudor. 

Me quedé en blanco, uno o dos intensos segundos recordando el por qué me encontraba allí con esa mujer.

Quizás fui de los últimos en estrenarme en estas facetas en el instituto. No fui un chaval excesivamente rebelde, tenía otras distracciones como el deporte, el ordenador, los videojuegos, mis estudios etc. En ese sentido, no pasaba más allá de una masturbación diaria escondido en mi cuarto tirando de imaginación, y haber visto algún VHS porno grabado que nos íbamos pasando entre los amigos.

Al cumplir los dieciocho, sentía gran curiosidad por vivir el sexo como lo fantaseaba desde mi habitación. Pero no pasaba más allá de un par de fanfarronadas delante de mis compañeros. Pues la chica con quien empezaba a salir, también era virgen como yo. Esperaba con respeto por desflorarla, aunque alguna vez me ha ofrecido su boca como compensación. Por más que decía entender sus razones para la demora, los meses fueron sumando incomprensión y ansiedad.

- Medias mamadas…

- ¿Cómo es eso? ¿A qué te refieres? - Intrigada, insistió en su curiosidad.

- Empezaba con su boquita, para luego terminaba pajeándome como un loco mientras ella miraba como una atontada…

Se echó a reír, no sé si por lástima o por simple gracia, no la importaba en absoluto que me ruborizara y cortarme la palabra. Se fue para la cocina y volvió con dos copas de vino. Se sentó a mi lado, apoyando sus piernas sobre mis muslos, los dos en el sofá.

Me ofreció la copa y en un primer trago, me tomé casi media copa. Me puse nervioso.

-Tranquilo, muchacho. – Me puso una mano sobre el hombro.

Mirándome fijamente, se dispuso ella a beber en un sorbito mucho más elegante. Alzó la copa ligeramente con el brazo, para acto seguido contemplar el vino a la luz. Caía sobre su rostro un carmesí brillante intenso. Sabía perfectamente lo que hacía, pues no me quedó otra que quedarme hipnotizado ante su sensualidad.

Me entró un ardor en el cuerpo, y antes de que pudiera asimilar todo aquello. Me agarró del cuello para que la besara. Jugaba lentamente con su lengua repasándome los labios, haciéndome saborear de nuevo ese vino que me había servido. Esta vez me supo más delicioso. Mientras guiaba mi mano por debajo de su falda, para hacerme notar la humedad que tenía por debajo.

-Me encanta todo lo inocente y bueno…que pareces. - Dijo susurrando.

-Jamás me propuse ser así. – Contesté. Mientras intentaba tocar entre sus muslos.

- Bien...- Sonrió muy pícara.

Sin tiempo de nuevo para que pudiera continuar, se levantó y se sentó sobre la mesa del comedor. Abriéndose de piernas y levantando ligeramente la falda, me mostraba su tanga negro.  Se empezó a tocar suavemente por encima de esa tela fina, empañando cada vez más.

Ante esa invitación, me acerqué y derramé lo que me quedaba de la copa por debajo de su cintura. Sorprendida y contrariada, me puse de cuclillas dispuesto a devorar su coño mojado en vino. Quizás mis modos fueron demasiado rudos, quiso pararme en dos intentos. Pero seguía sin hacerla caso, bebiendo de ella y relamiendo sus cavidades. Para cuando quiso darse cuenta, estaba jugando con mi lengua sobre su clítoris y succionando descontroladamente. Mientras ella apretaba mi cabeza contra su vagina, agarrándome del pelo.

-Así, así... cabrón.

Se corrió una y otra vez la muy cerda entre gritos contenidos y sus espasmos intensos, me dejó toda la barbilla goteando de su jugo.

-Se te acaba el tiempo-. Dijo ella entre jadeos incesantes, mientras recomponía su ritmo respiratorio.

-Dime cuanto es, y pago la siguiente hora…-

-No es por eso, tengo que volver a mi vida normal. Tengo un marido y un niño que vuelven.-

-…- Me quedé en silencio, rabiando en mi interior.

-Vuelve mañana, no te cobro...Pero hazme más puta que dama.

 

CONTINUARÁ…


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