DIA DE SEXO: 3-Compensación

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Marta me ve salir del despacho de la jefa. Se da cuenta, naturalmente, de mi agitación y surge la pregunta muda.

Me encojo de hombros. No le vale. Vuelve a preguntar, esta vez con gestos. Con gestos le respondo que luego le explico. Faltan diez minutos para que paremos a comer.

-¿Qué?¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho? -me pregunta cuando paramos- ¿Te ha metido una bronca? ¡Cuenta! ¡Venga! -está ansiosa.

-Me ha echado un polvo.

-¿Qué? ¡Tú alucinas!

-Para nada. Me ha dicho que está para ayudarnos. Me ha besado. Se me ha insinuado...y hemos echado un polvo. Eso ha sido todo.

Se ha puesto roja como un tomate ¿De vergüenza? No creo. ¿De rabia? La miro a los ojos. No se. Percibo que está enfadada. Se calla y permanece muda mientras vamos al restaurante. Pedimos dos ensaladas y nos sentamos en una mesa.

-¿Te parecerá muy bonito, no? ¿Y yo, qué?

-¿Tú? Marta...

-¡No! -me interrumpe- ¡Nada de Marta!... y no mal interpretes ni te hagas pajas mentales. Lo de antes lo hice porque si. Para "distraerte". Me gustó mucho a mi también y me lo pasé muy bien. Eso es todo. Pasarlo bien Juan. Pero quiero calidad.

Bueno. La chica no podía ser mas clara lo que, sin duda, era de agradecer.

De vuelta a la tienda la cojo de la mano.

-Ven -le digo guiñándole un ojo e introduciéndola en un pequeño vestidor del pasillo.

-¿Qué haces? ¡No tenemos tiempo!

-Calla -digo besándola ardientemente- el tiempo es relativo. La calidad no.

Acaricio sus nalgas por debajo del vestido girando poco a poco las manos en busca de sus ingles a la vez que mi boca desciende por el cuello hasta los pechos que se mueven agitados por una respiración entrecortada. Cuando las manos llegan a su vulva, abre las piernas para facilitar la caricia. Paseo mis dedos por los labios presionando con uno de ellos en su abertura para provocar la salida de jugos. La tela del tanga se va humedeciendo. Está muy caliente ahí abajo. Localizo el clítoris y lo frotó por encima de la tela. Gime sobre mi boca. Me muerde abrazándose muy fuerte a mí. La tumbo sobre un pequeño sofá que hay en la estancia, levanto su vestido y estiro del tanga desnudando su gruta húmeda y ardiente. La acaricio. Separa las piernas. Me arrodillo e introduzco la cabeza entre los muslos. Gime. Balbucea. Dejo que mi aliento se extienda, cálido, por su sexo. Separo los labios y soplo suavemente sobre la entrada y el clítoris. Se retuerce. Aprieta los muslos sobre mi cabeza y, con una mano, la empuja de golpe contra su vulva. El olor acre de su sexo me invade. Me excita llenándome de deseo de darle placer, de volverla loca.

Introduzco la lengua en su vagina. Lamo las paredes, los labios, punteo sobre el hinchado botón. Chilla quedamente. Engarfia los dedos sobre mi cabeza. Se arquea. Centro mis caricias en el clítoris endurecido e introduzco dos dedos en aquel volcán. Con la otra mano acaricio sus pechos pellizcando los pezones por encima de la tela. Sus jugos manan sin cesar. Tiene espasmos. Retiro los dedos y degusto el néctar que rezuma de su interior. Abre y cierra los muslos golpeando mi cabeza. Balancea la pelvis de un lado a otro, de arriba abajo, buscando el mayor contacto, la mayor profundidad. Llevo los dedos impregnados de jugo a su boca e introduzco otros dos en su vagina. Gime y lame con verdadero deleite. Eso la lleva a moverse con mayor rapidez. Meto y saco los dedos de su cueva a un ritmo loco, a la vez que con el pulgar masajeo el duro botón con movimientos circulares. Abre las piernas hasta lo imposible, se tensa, arquea todo el cuerpo y con un aullido animal, estalla inundando mi mano y sus muslos de líquido viscoso y caliente. Se queda muy quieta por un momento. Ni siquiera respira. Tiene los ojos en blanco, la boca abierta. De pronto, suspira. Su cuerpo se relaja y una nueva bocanada de jugo moja mi mano y el sofá.

La beso, la calmo. Sonríe. Jadea.

-¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Una hora? ¿Un día? -pregunta- ¡Jamás me habían masturbado de esta manera. Menuda comida! ¡¡Dios!! Toma -me da el tanga- Te lo regalo. Ahora mismo no puede tocarme nada ahí abajo.

Nos besamos y nos vamos a trabajar.


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