La compañera de mi mujer

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Había salido a pasear, hacía una tarde estupenda para la fecha en que nos encontrábamos, era el mes de enrero y se podía ir perfectamente con tan solo una camisa y un jersey.

Recorría aquellos caminos campestres cuando de repente sentí mi nombre, una voz femenina me llamaba. Desde una casa un poco alejada del camino una chica me llamaba y me hacia gestos de que fuera hacia ella, tras dudarlo unos segundos y cerciorarme que me llamaba a mí realmente me dirigí hacia ella.

Al acercarme vi que era una joven que trabajaba con mi mujer en la oficina y que realmente estaba muy bien. Tras saludarme  me comentó que estaba a punto de ir al pueblo  a buscar a alguien para que le arreglara un escape que había tenido, pero que al verme pasar se le había ocurrido que tal vez yo le pudiera ayudar.

No me podía negar, así que me puse manos a la obra y mire de que se trataba y si tenia alguna solución. Una vez revisado vi que era una grieta que había en un tubo que por suerte no se encontraba empotrado y además tenía una serie de tubos por casa que le habían sobrado de otra instalación  que había realizado en la finca hacía poco así que me puse manos a la obra y en menos de una hora tenia resuelto el problema.

Marta, que así se llamaba la chica, no sabía como agradecérmelo, pues se había evitado el tener que ir a buscar  a alguien que pudiera arreglar aquella avería.

Me dijo que le dijera cuanto me debía  y me volvió a dar las gracias por solucionarle la situación. Yo por supuesto le dije que no me debía nada y que no se preocupase más. Ella insistía en pagarme, y yo en que no le cobraría nada.

Al final, viendo que no me convencería me dijo que por lo menos me tomara algo, así que para zanjar la disputa acepté y me sirvió una cerveza y nos pusimos a charlar.

Se había quitado la cazadora con la que me había recibido y llevaba una camisa que trasparentaba un poco y un escote sugerente, cosa que no pude evitar mirar disimuladamente en más de una ocasión y lo cual me había provocado una buena erección cosa que tampoco pasó desapercibida para ella, ya que no dejaba de mirarme el paquete.

Tras un rato de charla animada me despedí dándole las gracias por la cerveza.

Ella cerró la puerta y cuando yo iba llegando al margen de la finca sentí que me llamaba de nuevo, me giré y la vi en la puerta pidiéndome ayuda de nuevo. Al acercarme vi que estaba totalmente mojada como si se hubiese echado un cubo de agua por encima.

Me dijo que tras abrir otra llave de paso había saltado la junta de otro tubo que pasaba por el techo y que no podía arreglarlo. Volví a ponerme manos a la obra, tan solo era cambiar una junta.

Ella mientras tanto me dijo que iba a cambiarse ya que se había puesto empapada.

Yo no tardé más de diez minutos en cambiar la junta y al salir del lugar donde había ocurrido la avería ella salía del lavabo con todo el torso desnudo, se dirigía a su habitación a buscar una camiseta, y casi chocamos.

Tenía unos pechos perfectos, ni demasiado grandes ni pequeños, en su justa medida; no pude evitar quedarme momentáneamente ensimismado en ellos.

Ella con una sonrisa entre picarona y cohibida me comento:

- A ver como le explicamos esto a Lucía.

Lucia es mi esposa y su compañera de trabajo.

Le comente que no se preocupara que no había nada que explicar.

De pronto se me echó en los brazos y me besó con unas ganas increíbles, a lo cual yo no pude resistirme y correspondí a aquel beso.

Aún si saber muy bien como me encontré completamente desnudo y con su boca recorriendo de arriba a bajo mi pene ofreciéndome una mamada de aquellas que hacen historia.

Su  boca recorría mi pene una y otra vez, sentía su lengua húmeda lamiendo mis huevos y sus manos acariciando todo mi cuerpo, yo correspondí cogiendo aquel cuerpo y girándolo para acabar en la postura del 69.

Tenia ante mí un chocho húmedo y con ganas de ser penetrado, así que no pude resistirme y mientras ella seguía disfrutando de mi polla me puse a comerle el chocho como debía.

Ella gemía de placer, se retorcía y me pedía que le metiera todo mi polla hasta el fondo, que no podía aguantar más, que quería sentirme dentro de ella.

No pude negarme  y con una gran envestida le metí mi polla hasta el fondo, me movía rítmicamente y ella se contorneaba de placer pidiéndome que siguiera que no parara.

Yo la tenía agarrado por las nalgas y no paraba de envestirla, sentía que cada vez estaba más húmeda y comencé a introducirle un dedo en el culo mientras seguía follándola, esto le hizo retorcerse de placer y llegar al éxtasis pues sentí que se corría toda y que sus uñas se clavaban en mi espalda pidiendo que siguiera.

Seguimos follando un rato como si no hubiera mañana y después de acabar totalmente extasiados nos dimos una ducha, nos vestimos y nos despedimos.

Nunca más hemos hablado de esto, nos vemos por el pueblo y charlamos como siempre, como si no hubiera ocurrido nada entre nosotros, pero realmente por la mirada creo que algún día esto puede repetirse.


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