LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(2)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 14/01/2016, clasificado en Varios / otros
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LX
Viví en un bello pueblo
de amable y buena gente
con su inmejorable ente
que le hace tener señorío,
ha sido villa emergente
a la vera de un río.
¡Ay Guadalfeo, Guadalfeo!
De nómadas sedentario
y de origen legendario,
de cuya sombras surgió
un pueblo del terciario
que sus cimientos plantó.
Río de doble vertiente
que va muriendo al mar
fluyendo sin alarmar
a las almas de su cerco;
nada me haces pensar
cuando a ti me acerco.
Es vertiente de vida,
es cauce con respeto
y un buen nexo neto
con un valle de ensueño,
es un abnegado reto
que se lleva con empeño.
Es como un flujo de sabia
que por verde árbol circula,
a su follaje emula
mostrando su señorío;
muchos cantos acumula
en su fondo con poderío.
Muchos años he vivido
junto a su fértil vega
que sus dulces aguas riega,
he andado sus caminos,
todo aquello que anega
y escuché muchos trinos.
Es un agradecido edén,
es lindo valle frondoso,
fructífero y hermoso
que aviva sentimientos
a todo hombre medroso
que mueva sus cimientos.
Ese pueblo es un vergel
que con luz propia brilla
en la hermosa orilla
de un piélago ancestral,
es era donde se trilla
su perfume universal.
De corona fenicia
y corazón navegante,
es arteria regante
con blasón y estandarte,
tiene al mar como amante
y el poniente es su arte.
Tierra de AL-ANDALUS
por su encanto tiznada,
fértil valle, encrucijada
de sinuosos caminos
con su torre almenada
y vigía de destinos.
Es mi patria Andalucía,
vergel de tierra hispana
que luz y amor emana,
patio de tres culturas
que el tiempo allana
con sus múltiples pinturas.
Viví en tierra de embrujo,
de perfume y pasión
que rompe el corazón
y vil esclavo nos hace
de furtiva traición
cuando la perfidia nace.
Mi amante es su jerga,
su canto mi frenesí,
pues sus palos aprendí
tiznando mis sentimientos;
nada de esto es baladí
aunque muera en sus vientos.
Soy andaluz de Hispania,
épica tierra de orgullo
donde se llena de arrullo
su adorado amanecer,
donde nace el murmullo
de las gentes al nacer.
Mi tierra andaluza
es una reina moruna
que la diosa Fortuna
dota de inusual beldad
y donde la bella luna
acuna su deidad.
LXl
Tengo tantos recuerdos
que mi alma se adormece,
llora y se endurece
cuando aviva la angustia,
mi aflicción se crece
y mi alma se mustia.
Retengo un día claro,
hermoso de primavera,
jugando jovial en la era
con mis amigos de escuela,
gritando como si fuera
una vulgar manuela.
También estaba el “tuerto”,
mi amigo imposible,
era un chico impasible
con un acerbo sentido,
era un ser irascible
por todos los críos temido.
Nunca fue mi enemigo,
pero de envidia bailaba,
de reojo me miraba
por vivir en la huerta,
presto siempre estaba
a cerrarme cualquier puerta.
Jamás comprendí su pique,
menos aún su mal humor,
pues nunca fui portador
de plena animosidad,
siempre fui conservador
y guardé la amistad.
El hombre hace esclavo
a estómagos vacíos,
y más cuando somos críos,
pero la envidia ciega
como cauces de ríos
que la fértil tierra anega.
Al empezar nuestra guerra
quedó en bando popular,
fue correo ocular,
guardián y vil chivato,
siempre supo esperar
paras darte algún conato.
El fue mi guardián
el día de mi detención,
no perdió la ocasión
de demostrar su alegría
cuando me vio en prisión
y comprobó mi cobardía.
<<Buscamos a tu padre
para ser ajusticiado>>
-me dijo algo arrebatado-
Yo tiritaba de miedo
sintiéndome acosado
en aquel absurdo enredo.
De mí se rió con mofa
cuan medroso miccioné
y mis calzones mojé,
sarcástica fue su risa
e incluso me asusté
perdiendo mi premisa.
De aquel encierro
salí pronto en libertad
y casi con dualidad,
con mucho miedo al “tuerto”,
a cuestas con mi lealtad
para no sentirme muerto.
Murió en nuestra contienda
el joven proletariado,
falleció sepultado
a causa de cañonazos
de un crucero apostado
que todo lo hacía pedazos.
Escapaba de la muerte
por aquella carretera,
fue huida sin espera,
alocada y trasiega;
no esperaba que muriera
aquella alma tan ciega.
Voló hacia la libertad,
pero la negra señora,
que en cualquier seno mora,
clavó su certera saeta
y con crudeza implora
su malévola receta.
¡Que Dios lo tenga en su gloria!
En mi memoria estará,
en mí siempre vivirá
hasta el día en que muera;
su recuerdo a mi vendrá
aunque yo padeciera.
Soy persona sencilla
que me abraza el dolor
porque siento amor
por mis jóvenes amigos
muertos en el horror
de guerra sin enemigos.
Esto de los recuerdos
es un camino sinuoso,
muy largo y brilloso,
en el ánimo se mecen
en hondo surco morboso
que los tiempos adormecen.
Pero recuerdo aquellos
que por mi vida han pasado
y en mí se ha acunado,
siempre me siento mohíno,
con quebranto azorado,
cuando troto su camino.
Sea la eternidad luz,
antorcha de paraíso
con un ondulado piso
de ciego caminar;
tengo expandido friso
para lo eterno afrontar.
Siento el frío de la ausencia
de la persona querida
que pasó a mejor vida,
noto el soplo, el aliento,
de aquella tétrica huida
cuando evoco el momento.
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