Solo un beso Parte I

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En el restaurant

Después de mucho tiempo Eric por fin había encontrado un pretexto perfecto para invitar a Ariana a comer. Ella era su cuñada y se acababa de recibir. Además su esposa, hermana de Ariana, había ido a visitar la casa materna. Arturo, esposo de Ariana estaba comisionado en México y regresaría tarde.

¿Cómo hacer la propuesta de invitación sin sugerir nada y con la mayor discreción?

Imposible no despertar sospechas de su esposa. Ella no era de la clase de personas que pudiera ver natural una invitación de estas. Tenía que ser algo que pareciera una coincidencia. Eric espero paciente una salida de Ariana a la universidad para realizar un trámite escolar. Se hizo el aparecido y entabló una plática de lo más casual.

“Hola Ariana, ¡qué milagro! ¿Haciendo algún trámite?”… “Exacto, vengo a ver lo de mi título”… “¡Qué bien. Yo vine porque ya sabes que quiero dar clase en alguna Universidad. Oye, por cierto, no te di tu regalo por tu titulación, ¿te parece si vamos a comer?”… “Bue…no, es que iba a hacer de comer, pero no está nadie y Arturo, ya ves que está de comisión”… “El destino nos puso en este camino. Vamos, te invito a un restaurante muy “nais” en donde el servicio es excelente”. “Ok” asintió ella sin darse cuenta de que él no la había dejado pensar un segundo más.

Estaban en un lugar que él había escogido muy bien. Las mesas estaban colocadas con biombos alrededor y con una vista magnífica de la ciudad al frente. Estaban prácticamente en un privado en donde ocasionalmente aparecía el capitán o los meseros. El ambiente de intimidad y discreción se sentía en el aire ya que solo otra pareja, bastante lejos de ellos, compartía el lugar. Él pidió champaña y solo aclaró que quería la mejor. No se reservó el comentario de que no sabía nada de bebidas y que confiaba en el buen gusto del capitán, quien agradeciendo tal confianza les trajo una bebida magnífica de verdad. Esto agradó a Ariana que consideraba a Eric como una persona auténtica. Haberse querido mostrar como un experto en vinos, hubiese sido muy contraproducente. Eric se reconfirmaba así ante la opinión de Ariana como una persona sencilla, con ganas de aprender y esplendida al mismo tiempo.

“Bueno Ariana”, empezó él, “quiero que brindemos por un gran logro de la mujer más bella e inteligente que conozco”.  Ella se ruborizó un poco al mismo tiempo que sonreía. “No es para tanto, pero muchas gracias” y brindaron. Cuando ella iba a dejar su copar, él le comentó en tono de broma, “no, no, no, te tienes que acabar todo, hasta el fondo. Es para la buena suerte”. Ella no protestó y bebió la burbujeante bebida hasta vaciar la copa.  La bebida de verdad le pareció de muy buen gusto.

Continuaron charlando de varias cosas. Él la condujo casi siempre por relatos en los que ella describía como había vencido tal o cual adversidad; como había sido muy bien amada por todos sus compañeros del trabajo o de la escuela;  y como mantenía una familia cuasi perfecta aún con toda esa carga de trabajo que representaba la escuela, una casa ordenada y  la elaboración de la comida, el cuidado de la ropa, los hijos, y mil etcéteras. Le hizo sentir que no le faltaba nada para ser calificada como una super heroína. Ella se elevó a las nubes tan altas como se lo permitió su ego. Hubo momentos en los que recordando ciertas anécdotas, sus ojos se llenaron de lágrimas. Él aprovechaba para darle alguna palmadita en la espalda que más bien atinaba a caer en el desnudo hombro. Además aprovechaba para abrazarla de la manera más solidaria e inocente, sin dejar de sentir por ello una gran emoción por el contacto con su piel.

Cuando ella detenía su relato, él solo hacía la pausa necesaria para recordar alguna otra cosa que  le daba la guía para que ella se desbordara en otro recuerdo del triunfo de su voluntad, inteligencia y heroísmo. Así, la hizo hablar por casi dos horas sin perder el aliento. Él, recargado sobre su sien, parecía que estaba escuchando al mismísimo Sócrates en persona. No parpadeaba, de vez en cuando y muy rápido, tomaba un sorbo de champaña para seguir en su escrupulosa contemplación de la mejor oradora del mundo.

Cuando ya habían consumido la mitad del contenido de la botella, él empezó a actuar como si estuviese sumamente nervioso. Se reía muy brevemente y parecía volver de inmediato al fondo de sus pensamientos sobre algo que lo mantenía sumamente inquieto.

Se produjo el silencio que él estaba esperando. Cambió su expresión de alegría por una de total preocupación. Como piedra mirándola a los ojos, se le dibujo un levísimo contorno de lágrimas y dijo “Ariana”. Ella un poco extrañada y alarmada por ese cambió tan abrupto de actitud, preguntó “¿Qué pasa? ¿Qué tienes?”. Él,  “te tengo que confesar algo”. Ella lo presionó: “me asustas, ¿qué pasa?”. Continuó. “Tú sabes que siempre te he respetado y así lo seguiré haciendo… precisamente por ese respeto es que no me puedo seguir guardando lo que te voy a decir”. Bajó la mirada por un segundo como para volver a repensar por millonésima vez sus palabras, tomó aire y dijo finalmente “Ariana,,, yo te amo. Estoy completamente enamorado de ti desde hace mucho tiempo. Desde hace años y ahora que me has contado todo esto,,, me doy cuenta porque”.

El rostro de Ariana se transfiguró, se tornó serio. “Claro, como amigos yo siento lo mismo por ti” dijo para tratar de enderezar algo que la estaba poniendo muy irritada. Eric se dio cuenta de que se había apresurado y había soltado la noticia demasiado temprano. Recurrió a algo que sabía que podía funcionar dada la extrema sensibilidad de ella o al menos le daría tiempo para pensar una salida o nueva estrategia. Entonces ella pudo observar que una lágrima resbalaba por la mejilla de Eric que mostraba un semblante desencajado, como el de la persona que se acaba de enterarse de la peor noticia de su vida.

Lo que ella sentía en ese momento se conmutaba entre la misericordia  a él, la lealtad a su hermana y cierto orgullo herido por lo que le parecía una burla. Su mente se debatía en la decisión entre marcharse, darle una bofetada o pedirle que se fueran de ahí de inmediato. Sin embargo en ese momento el champaña y la atmósfera de tranquilidad le dieron una ligerísima ventaja a él que lucía auténticamente compungido. Se obligó a una actuación extrema:

 “¡Perdóname” agregó, y otras dos lágrimas corrían pos sus mejilla. Ella que no podía ver sufrir ni a una mosca, y viendo que al parecer él no había pretendido otra cosa sino solo hacer su confesión, dijo: “No te preocupes. Por favor no llores. Te juro que no lo tomaré a mal, pero cálmate”. Él enjugó sus lágrimas y alzó de nuevo la vista para verla. Ella le acarició una mejilla con su mano izquierda como a un inocente cachorro abandonado mientras que con la derecha no soltó su copa.


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