Se encontraron por casualidad. Ella buscaba sin encontrar y él quería perder algo que nunca había tenido. Compartieron asiento en un bus que no iba a ninguna parte. En algún lugar habría una parada en la que bajar. Un lugar interior que descubrir. Eran solo luz, unos locos dispuestos a recomponer una vida con los pedazos de una historia anterior.
Uno a uno, fueron sacando los trozos de una caja oxidada por las lágrimas. Compararon sus tamaños, las aristas que la ruptura había dejado. Intercambiaron algunos, y otros, simplemente, encajaron. Un puzle con huecos en blanco. Un lienzo inacabado. Ella sacó del bolso unos lápices de colores y él le prestó sus acuarelas. Garabatearon, hicieron trazos, imaginaron piezas para completarlo. Se encontraron en las piezas que le faltaban al otro. Se vieron reflejados en los espejos de sus ojos. Se contaron sus historias y construyeron recuerdos para un futuro juntos.
Él fue su salvación y ella su tabla salvavidas.
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