Entrevista a un gigoló

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(Aviso; Entrevista ficticia)

Muy buenas noches, hoy tenemos con nosotros un hombre que tiene la profesión más soñado por la mayoría de los tíos. Y que posiblemente más controversia pueda causar. No, no me refiero a ser presidente del país.

Doy la bienvenida a Claudio, gigoló de profesión… galán, bohemio y directo.

-Hola Claudio, ¿Qué tal?

- Bien colega, cachondo…

-Uh! Empezamos fuerte. Tus primeras palabras y ya estas promocionándote.

Bueno, cuéntanos. Esta es tu primera entrevista concedida, y me gustaría saber, ¿cómo empezó todo? ¿Por qué gigolo?

Es pura elegancia, sonríe de manera tan sutil y limpia, marca una pausa mirándome fijamente. Y se dispone a contestar.

-Siempre me ha gustado el sexo y si encima ganas dinero follando, mejor. Es broma, quizás sea lo que todos pensamos. Pero en mi caso, empecé por necesidad porque las facturas no se pagan solas. Llegué a la ciudad con lo justo, y mucha ilusión por sacarme unas oposiciones de policía. Me pudo la novedad de Madrid, sus calles, sus gentes…las mujeres. ¡Suspendí mi primer examen, y al segundo no pude asistir porque me entretuve en casa de una profesora de instituto…y ooops!! (carcajadas)

-A partir de allí, viste lo que el destino te estaba diciendo.  ¿Qué sentiste en tu primer servicio como chico de compañía o gigoló, trabajo? ¿Cómo te gusta que llamen en tu profesión?

- Me da lo mismo, todos pueden ser despectivos o halagos, según como se mire. Tal vez chico de compañía es la que menos me guste. Me hace pensar que soy una mascota. (risas).

Bueno, la primera vez que cobré. No fue un servicio como tal. Estuve toda la noche detrás de una chica que me llamaba la atención en una discoteca, y al final resultó ser la hija de alguien con pasta. Sin decir nada, a la mañana siguiente me encontré con un fajo de billetes sobre la cama. Y un mensaje de gracias, pero no quiero volver a verte. Volví a la misma discoteca encontrándomela de nuevo, y sin querer di con una amiga suya. No era tan guapa, se me echó encima literalmente. A todo le encuentro un morbo, no se decir que no a tallas ni edad. Y volvió a hacerme lo mismo a la mañana siguiente. Empecé todo esto sin proponérmelo, había ganado dinero en solo dos fines de semanas, haciendo lo que me gusta hacer.

-¿Que supone exponer tu vida a una profesión con tantos prejuicios?

-No” prejuiciándome” yo mismo. Tengo mi vida normal alejado de todo esto, y son muy incompatibles precisamente por las etiquetas o las ideas de la gente. No necesito que me entiendan, ya me encargo de ser discreto para que no sepan mucho sobre mí vida privada y profesional. Al final cada uno sacrifica lo que desea sacrificar.

-Oye, ¿cuánto te mide el instrumento de trabajo?...

- (ríe un buen rato) …Sinceramente nunca me he puesto una regla. Ni es algo que me haya preocupado. No me cierra el puño cuando estoy empalmado, decir más es pecar de pretencioso.

- …Y si no queda satisfecha, ¿le devolvemos su dinero?

- Nunca me ha pasado. En este trabajo debes aprender a pensar como una mujer, a ser una maricona, por así decirlo, para entenderlas un poco mejor. Luego como macho debes siempre mantener la actitud por encima de todo. No se trata de sacarte el pollón y taladrar sin más.

-Dame más morbo para el público, cuéntame anécdotas de tus experiencias.

- Tengo tantas que me daría para una trilogía y su reinicio a la saga.

Suelo acudir a mis citas impoluto y en traje. Pero una vez me llamó una señora que deseaba que fuera algo más niñato y tatuado.  Allí no acabó la cosa, me especificó que quería que fueran grandes pero elegantes. Claro que yo tengo unos pocos dibujos por mi cuerpo, pero discretitos. Tuve que salir a buscar a toda leche calcomanías para ponérmelo. Me puse ropa con la que suelo ir al gym.

Tenía unas pintas, y me lleva a cenar a un restaurante de etiqueta. Casi no me dejan ni entrar, de los nervios casi sudo todos los tatuajes. A la salida, ya me pide que me ponga a funcionar en el parking. Nada más meterla, se puso a gemir como una posesa…Gente pasando y espiando, unos chiquillos grabando con sus teléfonos.

-Madre mía, ¿y cómo termino la cosa?

-Llegó los guardias de seguridad, y se quedaron sorprendidos. Ella pidió que esperaran que estaba terminado. Y accedieron, estaba alucinando. Nunca había follado con tantos espectadores. Me puse como una moto, dándola toda la tralla que me pedía. Me sentía como un animal de zoo.

-Increíble (risotada por mi parte) ...Claudio, ¿alguna vez has tenido que decir que no?

- No soy selectivo, pero respeto mis tres normas: Siempre con protección. Nada de animales ni menores de edad. Para todo lo demás estoy preparado.

-¿Qué piensas de los novios o maridos de tus clientas?

-Ni idea, no pregunto por ellos. Soy discreto, alguna vez habrán pasado tan cerca que casi me pillan. Disimulo lo mejor que puedo, pero el riesgo me pone mucho.

-Se nota que te gusta lo que haces, ¿pero has pensando hasta cuando piensas terminar con todo?

- Lo que me pida el nabo. Es mi propio jefe, me da las vacaciones él.(no se puede evitar reír a carcajadas) Tengo ya 31 años, y la demanda de mis clientas están siendo cada vez más jovencitas para que las de enseñe. Creo que con 45 o 50 mantendré el mismo espíritu cañero, dándolo todo, siendo un madurito interesante, ya sabes…por algo trabajo todos los días mi cuerpo en un gimnasio.

 

-Muchísimas gracias por tu tiempo Claudio. Tenemos que acabar esta entrevista. Imagino que nuestros lectores tendrán muchas preguntas en sus cabezas. Algunos escandalizados, otras con el morbo, o quién sabe puede que aburridos. Pero desde luego indiferencia no es lo que te define.

 

Y tú que nos lees, ¿qué te gustaría preguntar a un gigoló?

 


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