Dia de sexo: 5-CENA Y POSTRE
Por Dorvas
Enviado el 25/01/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Ya duchados, Clara se puso una bata de seda y a mi me prestó un albornoz que, aunque grande, me iba un poco escaso, fuimos a la cocina, preparamos unos filetes, una ensalada y nos pusimos a cenar con una botella de vino.
Charlamos animadamente, nunca habíamos tenido una conversación y, como no, comentamos lo sucedido.
-Me ha encantado Juan -dijo ella- Ha sido un punto eso de ir al revés. Muy excitante.
-Ya lo creo. Te quedan muy bien las medias. También las bragas. Pero estabas preciosa vestida. Igual que en bata.
-A ti también te queda muy bien el albornoz -se río- Aún tengo otro blíster sin abrir.
-Si. Lo se. Oye...¿algo de postre?
Miro en la nevera. ¡Vaya! ¡Bombones de licor!
-¿Quieres? -le pregunto rozándole los labios con uno.
Abre la boca. Dejo que lo chupe y lo retiro. Lo llevo a la mía y lo lamo. Se lo vuelvo a acercar. Vuelve a abrir la boca pero estira la mano y me lo arrebata. La bata se ha deslizado mostrando gran parte de sus pechos. Se mete el bombón en la boca. Lo sujeta con los dientes y me lo muestra. Me lo ofrece. La abrazo. Acerco mi boca a la suya. Muerdo el bombón y aprieto mis labios a los de ella. El licor salpica. Escurre por nuestras barbillas y varias gotas se derraman sobre sus pechos. Nos besamos lamiéndonos. Repetimos. Tres, cuatro, la aparto. El líquido resbala por sus tetas desnudas. Lo lamo. Tomo otro bombón. Acaricio con él su pecho y lo hago estallar sobre el pezón que se inunda de néctar. Succiono, lamo. Clara se estira. Me ofrece sus tetas. Gime y chilla de placer. Su excitación es total. Se desprende de la bata y ella misma estalla bombones sobre su piel. Los regueros corren hacia su pubis. Me arrodillo para recoger el licor en su copa. El olor que emana su sexo me marea. Mi pene, totalmente erecto, reclama su parte en el juego. Las manos de Clara lo impregnan de chocolate derretido mientras lo masajean. Gime. Me tenso. Estoy a cien. También ella. Nos tumbamos e iniciamos un sesenta y nueve.
En cuanto le introduzco la lengua, Clara se arquea, emite un gruñido con mi pene en la boca y estalla sobre la mía. Aún así, sigue chupando y lamiendo con ansia, con verdadero deleite. Introduzco dos dedos en ella y lamo su clítoris duro e hinchado. Se mueve atrás y adelante. La pelvis. La boca. Me enloquece. No puedo aguantar más. Mi pene crece en su boca, cabecea. Mi cuerpo se tensa pero ella no quiere que acabe. Presiona la base de mi miembro y lo retira de su boca. Me hace girar boca arriba para sentarse sobre mi e introducírselo ella misma hasta el fondo de su vagina. Se queda quieta un instante con los pechos, brillantes y pegajosos por el licor, desafiándome con la dureza de sus pezones. Suspiro. Los acaricio. Los aprieto. Se pegan a mis manos. Clara inicia un suave vaivén. Lento. Muy lento. Presionando fuerte la caña de mi miembro. Se recuesta sobre mi y me besa. Con pasión. Con furia. Aumenta el ritmo. Más. Más rápido. Eleva el torso y comienza un furioso movimiento circular. Es la locura. El pene roza las paredes de aquella ardiente cueva. O, más bien, son ellas las que se deslizan rodeando el inflamado mástil. Grito. Busco aire. Sus manos golpean mi pecho. Estrujo sus nalgas. Gime. Bracea en el aire. Cierra los ojos y se derrumba sobre mi con un grito animal. La acompaño derramando dentro de ella borbotones de líquido que se mezcla con el suyo y, juntos, rebosan de la vagina empapando el suelo que nos acoge.
Nos falta el aire. Respiramos a estertores. Nuestros cuerpos, incapaces de moverse, están fundidos, temblando. Lentamente nos incorporamos y, abrazados, nos quedamos sentados en el suelo recuperando la respiración.
-¡Qué polvazo! - exclamo con voz trémula.
-¡Qué polvazo! -responde en un susurro quedo.
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