Si hubiese corrido...

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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Sonrió de forma convincente. - Está bien. Ya la habéis escuchado. A seguir cenando y saboreando ésta sopa sosa que le ha salido a vuestra a madre.   Todos soltaron alguna risa y la tensión que había en el ambiente se relajó un grado.     La noche transcurrió algo mejor. Tras la cena, recogieron la mesa y limpiaron los cacharros y después estuvieron jugando un rato al parchís. Berta consiguió ganar un par de partidas. Siempre pensó que el verde era su color de la suerte.   Era la hora de dormir. En su casa tenía una habitación para ella sola pero al estar ahora en estas condiciones tan deplorables y bajas, su hermana Raquel dormía con ella en una cama supletoria. Así velaría por sus sueños, la habían dicho. Aunque lo que en realidad querían decir era: Así te vigilará para que no hagas ninguna tontería o te hagas daño. 

Ya se había acostumbrado a tomar sus pastillas delante de los médicos y enfermeros del sanatorio pero no delante de su familia. Que ellos le hicieran abrir la boca, levantar la lengua y demás peripecias para asegurarse de que las pastillas habían sido ingeridas, era otra cosa. Le resultaba humillante.

Al mismo tiempo, fue más sencillo esconder las pastillas y poder escupirlas después.

Así que, una vez que estaban Raquel y ella acostadas y tras charlar un poco, esperó con una paciencia infinita a que su hermana se durmiera. Tardó más de dos horas en tener una respiración profunda y relajada.
En ese tiempo, ella también debió hacerse la dormida. Estaba inquieta. No se podía engañar. Era la primera vez que conseguía no tomarse toda su medicación en todo un día. Sentía cierta satisfacción y poder. Había conseguido hacer algo que ella quería. Se había salido con la suya.
Lo que aún no sabía es que le pasaría como hace siete meses atrás la última vez que se salió con la suya.

Ahora estaba en un sanatorio encerrada por lo que sabía que había visto pero la gente le decía que era una locura y que no existía.
Berta sabía lo que había visto.
Está claro que ir al cementerio de la Almudena y colarse en la cripta para hacer la ouija no fue exactamente lo más inteligente ni lo más original. Pero era una de esas cosas que creía que debía de hacer al menos una vez en su vida. No es que fuera una persona fiel y creyente pero siempre había sentido cierto miedo y respeto por ese tipo de cosas. Suponía que como la mayoría de las personas.

Pero esa noche, aunque al principio todo fueran risas y cachondeo, la cosa se puso seria en cuanto el puntero se comenzó a mover solo. Decía cosas ininteligibles y sin sentido hasta que de repente, tras un pequeño parón del puntero, se volvió a mover y poco a poco formó una palabra que todos consiguieron entender: BERTA.     Si quieres saber la historia completa, métete en www.enmimundoperdida.blogspot.com.es y averigua toda la historia. :)   Gracias!! Un saludo,   Ontanaya

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