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Nació humano. Por tanto, investido con la doble posesión de todos los instintos desarrollados durante eones por el reino animal y de una privilegiada inteligencia Sapiens única. Dispuso esta inteligencia exclusivamente al servicio de aquellos instintos y, durante una larga vida, provocó desapasionadamente el mayor dolor, el daño baldío. Sembró sus pasos de muerte gratuita y terror estéril, a tal extremo que su vida ocasionó un retroceso cierto para la Humanidad. Fue su muerte, al final, un acto de misericordia involuntario.
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