Horribles pesadillas
Por V.M. San Miguel
Enviado el 21/01/2016, clasificado en Terror / miedo
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... durante ellas veo a estos extraños seres resguardados tras enormes vidrieras que me vigilan muy de cerca con sus ciclópeos ojos. Al principio se limitaban a mirarme mientras me retorcía en mis ataduras, aunque con el tiempo comenzaron a experimentar con mi mente induciéndome extraños viajes que me llevaban a una especie de otro mundo, inyectando, de forma intravenosa, sustancias de colores oscuros. En ellas veía, como sobrevolándolas, extrañas ciudades de aspecto barroco y enmarañadas formas arquitectónicas desconocidas hasta entonces para mi ojo. Por lo complicado que sería su reproducción gracias a nuestra fuerza gravitacional llegué a creer que aquel podría tratarse de otro mundo y comprobé mis conjeturas en tanto los seres indujeron más drogas en mi sangre multiplicando con cada inyección el efecto que estas poseían en mí, permitiéndome moverme con más libertad por aquel mundo artificial que había inventado mi nublada mente, y vi un enorme ser alado similar a una ballena que replegaba sus alas y las volvía a extender cada cuatro rigurosos batieres. La tonalidad rosada de su piel suplicaba el recuerdo de un recién nacido, y la visión de las seis esferas oculares que había en la parte delantera de su pesada forma invocaba a la memoria el caos de la época primigenia misma.
Con cuanto horror vi salir disparada de debajo de mi vista una enorme lengua, amarilla como el oro, que arrastró a aquel ser, cubriéndolo con la baba que segregaba la misma, dentro de mi boca, un horrible, un inconfundible sonido me llega a la memoria, era un terrible crujido, como el de algo que se triturara, era el sonido de aquella criatura siendo molida en mi boca, el gusto de la horrible criatura alada no era del todo desagradable pues su efervescente tacto era muy parecido al de las uvas y su sabor al del mango. De aquella horrible pesadilla desperté al instante, aunque no del todo pues me encontraba atado nuevamente frente a las criaturas que se resguardaban tras el cristal. Mostráronme, entonces, una serie de diapositivas que perturbaron de sobremanera mi exhausta mente. La primera fotografía que me mostraron fue la de un brutal asesinato y yo me revolví en mis ataduras temiendo que aquello fuera lo que aquellos seres pensaban hacer conmigo. Cambiaron rápidamente de imagen y me mostraron la fotografía de un platanero en una playa tropical rodeado por celestes mares y azules cielos, pensé en lo mucho que me gustaría estar ahí y mi cara debió reflejarlo pues esta vez fueron los seres que tenía frente a mí los que se revolvieron como asustados de algo. La siguiente imagen era la de una construcción incomprensible, de piedras y columnas atravesadas como derrumbadas sobre sí mismas, di un brinco del susto pues entre ellas existía un extraño ser dotado de ocho patas y un cuerpo subdividido en tres partes que pendía como un arácnido de una de las rocas. En una especie de lecho entre las rocas, construido con una espesa capa de grueso hilo, habían otros tres como el primero, pero con la mitad del tamaño de este. Uno de los seres presionó un par de botones en lo que parecía ser una base de datos tecnológica de aspecto primitivo con sus tentáculos y bajó entonces un cristal trasparente como halado por poleas que se colocó frente a mí a la gutural indicación del ser que estaba más enfrente tras el cristal y que parecía ligeramente diferente al resto en el color calcinado de la piel. Una retumbante voz llegó a mis oídos entonces hiriéndolos. Eran una serie de instrucciones que me helaron la sangre por su frialdad.
«Abandona tu necedad, decía el ser de la piel más calcinada moviendo una especie de labios que tenía en la zona que correspondería a la barriga de un humano, ¿por qué te empeñas, necio, bruto, en vivir una vida que no te pertenece? ¿Por qué razón abandonas a la hembra que fecundaste y a los hijos que nacieron de este cruce?»
«Yo nunca he fecundado hembra alguna, respondí y mi voz me sorprendió pues en estas pesadillas jamás antes había hablado, continué con mi gutural voz, aunque no sabía exactamente lo que estaba diciendo, déjenme marchar, yo soy un humano, tengo una madre y un padre humanos. Yo nací de la matriz de la mujer humana que me llevó en su vientre tres trimestres, y del espermatozoide de mi padre que fecundo el ovulo. Quiero despertar de esta horrible pesadilla que anega mi espíritu cada noche que cierro los ojos cuando me voy a dormir y que tortura mi agotado ser cada mañana tras despertarme»
«¿Es que todavía no lo comprendes?, me respondió el ser, ¿Es que todavía no comprendes que la verdadera pesadilla no es esta sino tu vida humana? ¿Qué hemos estado jugando con tu mente para experimentar un posible acercamiento a la raza humana, qué te hemos colocado entre ellos, furtivo espía, para que comprendas su irracional manera de vivir?»
«¿Por qué habría de creerte, ser alienígena, si no se nada sobre quién eres tú ni qué pretendes con la humanidad?»
El ser presionó entonces un botón y la plancha de vidrio cuyos dos lados habían sido anteriormente totalmente trasparentes, se empañó. Gemí y me estremecí, totalmente perdida mi razón por la horrible visión de una de las criaturas arácnidas que había visto con anterioridad. El ser en la plancha de cristal también se estremecía, y, entonces, una idea llegó a mi cabeza. Levanté la cabeza y bajé la vista a tiempo para ver mis peludas ocho patas retorciéndose en los grilletes.
«Por qué tú también eres un ser extraterrestre», me contestó el de la piel calcinada y los demás hicieron un ruido que a mí me sonó a carcajada.
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