Unas letras para Diego...

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Unas letras para Diego...
...En nombre de esta sociedad, de todos los docentes y de aquellas personas que te llevaron a regalar tu vida a cambio de nada, te pido, humildemente perdón, Diego.
He tenido alumnos de tu edad y aún no puedo imaginar las condiciones en las que se encontraban tu mente y tu alma para que tomaras esa decisión tan dura, tan dramática y tan irrevocable. Me siento en deuda contigo porque aún soy joven y me quedan muchos años como docentes y, a buen seguro, niños de tu edad y similar pasarán por mis manos para aprender y ser enseñados. Lamento profundamente el momento en el que te lanzaste a escribir tus últimas líneas y el destino no trabó tu intención para darme la posibilidad de no escribir estas líneas.
Tengo rabia, indignación y me siento enormemente pequeño e insignificante. Ojalá nos diéramos cuenta los adultos que en vosotros está la verdad, el futuro, la vida. Me encantaría que paráramos la estupidez a la que como sociedad nos está llevando la vorágine de la competitividad y el individualismo. Creo que estamos olvidando el auténtico valor del ser humano: La Libertad. La misma que elimina barreras entre los diferentes, aquella que aplasta las dictaduras del más fuerte, una libertad que tienda a la abolición de premiar a los más ineptos, populares y populistas, y haga justicia con los más desvalidos. Desearía que, cuanto antes, consideráramos nuestras vidas como un don preciado, una arbitrariedad extraordinaria o un suceso irrepetible, para que tomáramos conciencia de cuán importante es vivir y dejar vivir.
A mis compañeros les pediría empatía para luchar contra la discriminación, madurez para afrontar la necesidad de ser incómodos y reconocer que no podemos caer bien a todos cuando de luchar por ser justos se trata, humildad para reconocer nuestros errores (que son muchos, yo el primero...) y sensibilidad extrema para advertir cuando uno de nuestros pequeños no está disfrutando en el aula o en el patio de su colegio. Lugar que, por otra parte, hemos de recordar toda nuestra vida como una de las etapas más bonitas y encantadoras, sino la que más. Valoremos la importancia de la ejecución de los tareas o ,mal llamados, deberes, sus trabajos, como un mecanismo para retroalimentar su aprendizaje y su autonomía, pero no para establecer un tributo por el que han de pasar que a nosotros nos haga sentirnos mejores en función de la cantidad y dificultad que somos capaces de infringirles. De este modo estaremos destruyendo su posibilidad de aprender y aprehender de verdad cosas para su futuro. Aun siendo consciente de la dicotomía que abro con este comentario, estoy convencido, compañer@s, que tod@s sabemos a lo que me refiero. Por favor, por Diego y por tantos otros, hagamos un esfuerzo.
A los padres, como yo, les rogaría el desarrollo de un compromiso real y titánico para preservar el derecho a ser feliz de nuestros hijos. Eso incluye la felicidad de los demás, tratando de enseñarles a nuestros pequeños que cuestiones como el insulto, la vejación, o la intimidación sobre otros no suscita risa merecedora de aplauso alguno, más al contrario, nos retrata como personas de poco merecer. Charlemos más con nuestros hijos, sepamos de sus cosas, de su mundo, de sus inquietudes, y démosles el valor que merecen bajo el equilibrio justo de la cordura y la no sobreprotección. ¿Es difícil?, ¿Quién nos dijo que ser padres era una tarea exenta de responsabilidades?...Asumamos desde la alegría y la nobleza que ser padre nos entrega satisfacciones jamás antes experimentadas y que, sin duda alguna, es una tarea por la que merece la pena cualquier mínimo atisbo de lucha.
Para tus padres, Diego, me siento el ser más inútil y anodino que hay sobre la Tierra pues no tengo palabras para expresar lo mucho que siento el enorme dolor que tendrán en su corazón y con el que tendrán que vivir para siempre. La comprensión de tu decisión es algo que jamás llegará pero lucharán hasta el final para esclarecer los motivos. Sólo puedo enviarles todo mi apoyo, mis condolencias y compartir el amor que siento por mi hija para que mitiguen, de alguna manera, la ausencia que tu persona dejará en sus casas.
Me gustaría despedirme de ti, Diego, con la sensación de que me escuchas, de que reconoces que mis palabras son sinceras y que siento lo ocurrido. Serás un elemento más que justifique mi idea de docente o maestro en el aula. Tratando de tener la justicia, la igualdad y el cariño a mi profesión por encima de todo. Creo que podemos enseñar más desde el corazón que desde la cabeza, y pienso que como sociedad hemos de reflexionar sobre lo que te ha ocurrido.
Cuando escribo, afortunadamente, no busco palabras que vuelan, ni lucho por cuadrar los sonidos que vayan a justificar mis textos y su bondad, sino que expreso aquello que siento y hoy me viniste a visitar, Diego. Gracias por tu ayuda, espero que esto sirva para concienciar a muchos más que una muerte de por sí es torpe, y la tuya es absurda y nada más...

Si queréis podéis hacerme una visita y sabér más de mi. Gracias.

http://www.emocionalia.es

 


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