Buenas noches, cariño

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Con este eran ya, seis días y cinco noches de temblar antes de irse a la cama. De temer a los productos de la imaginación y de las enseñanzas que la ficción había dejado en una mente joven.

    Algunas noches se levantaba, lámpara en mano, para escrutar en la negrura temeroso de lo que pudiera ocultarse en ella, de lo que pudiera utilizar la obscena oscuridad para cubrir y ocultar su presencia. Algunas veces, cuando la oscuridad jugaba con él, realmente había algo ahí y con toda certeza lo había pues él era capaz de distinguir las descabelladas formas y a las alocadas bestias que las creaban escondidas, ocultas, en los recovecos más remotos de la habitación allí donde el haz de la linterna comenzaba a fallar, sin embargo, cuando la luz diurna devoraba las sombras nada había allí a lo que temer y nunca lo habría pues aquello que él juraba haber visto no era más que su imaginación ¿no?

    Él era muy joven, no podía conocer la respuesta a todas las interrogantes de la vida, pero había algo que, por experiencia, ya había aprendido: que los productos de la imaginación suelen parecer mucho más reales cuando se está sumido en la penumbra, aunque esta sea la penumbra de la inteligencia, todos ellos, desde vampiros y demonios hasta dios y satán, parecen mucho más reales cuando un ennegrecido velo cubre nuestra razón. No, no había nada oculto en los recovecos de su habitación y, por la mañana, cuando el sol hubiese salido con su destellante sonrisa, se reiría de sí mismo por temer a algo tan natural como la oscuridad, aunque no se lo recriminaba, aún era muy joven.

    Estos seis días sin luz habían sido una experiencia en la vida, algo que todo el mundo tendría que estar obligado a experimentar, un poco de penumbra para enseñarse a no temerle a la fantasía y la ficción, empero esto, la luz volvería por la mañana, estaba seguro de ello como de que estaba vivo, no había nada de qué preocuparse, la luz estaría ahí por la mañana y podría continuar con su vida con la naturalidad que lo hacía antes de que echara en falta la luz.

    Arrastrando los pies descalzos, suavemente, como deslizándose sobre la madera que recubría el piso, se dirigió a su habitación en sumo sigilo; no quería despertar a sus padres, hace tiempo que estos se habían quedado dormidos. Cuando estuvo en la predominante oscuridad del interior de su habitación, se relajó un poco pues, aunque sabía que no debía de tener miedo, no podía evitar aquella sensación de pánico… Se sentó en su cama y escrutó con velocidad experta del haz de la linterna las sombras lejanas de su habitación durante un espacio de tiempo considerable hasta que estuvo seguro que no había nada ahí. Colocó la linterna encendida junto a su cama antes de acostarse a intentar dormir pues sabía que estaría una hora dando vueltas, como le ocurría siempre que echaba en falta la iluminación eléctrica, pero había que intentarlo era una cuestión de lógica que cuanto antes lo intentara mejor descansaría. Y, con esta premisa, dispuso todo lo requerido y necesario para un descanso confortable, colocó su cabeza contra la almohada emplumada y cerro sus ojitos a la nocturna oscuridad.

    -Buenas noches-murmuró amablemente a la oscuridad, paladeando con la lengua el dulce sabor y la magia que aquellas palabras poseen.

    -Buenas noches-le respondió esta.

    Un ser abismal, demoniaco, mefistofélico, cayó sobre él entonces…


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