Apenas pude vivir más que una vida...

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Todo sucedió tan deprisa que apenas pude vivir más que una vida…
Me encontraba conduciendo de vuelta a casa. Era una noche cerrada y la lluvia arreciaba cada vez más. Las luces de los otros conductores se difuminaban a modo de caleidoscopio en mi parabrisas con lo que dificultaba aún más la visión. Para ser sincero diré que notaba por momentos cómo subían irremediablemente mis pulsaciones y la situación comenzaba a preocuparme. En ese momento di una curva de izquierdas y me encontré con una gran masa que no pude esquivar. Después de aquello sólo recuerdo oscuridad y lo que me encontré después…
Cuando abrí los ojos comenzó mi extraña aventura. Todo resultaba sorprendentemente etéreo y cercano a la vez. Estaba en un lugar de nubes. Grandes, esponjosas, de color rosado, que se presentaron nítidamente en contraste con el profundo cielo azul. Más alto que las nubes, inconmensurablemente más alto, una multitud de seres transparentes y brillantes se movían trazando arcos por el cielo, dejando largas estelas como serpentinas detrás de ellos. ¿Pájaros? ¿Ángeles?. Pero ninguna de estas palabras hace justicia a estos seres, que eran, sencillamente, diferentes a todo lo que había conocido en este planeta. Eran más avanzados. Formas superiores…
Un sonido, enorme y retumbante como un canto glorioso, descendió desde lo alto, y me pregunté si los seres alados lo estaban produciendo pues era tan hermoso como desconcertante. Nuevamente, pensando en ello más tarde, se me ocurrió que la alegría de estas criaturas mientras volaban alto era tal, que tenían que emitir este sonido, y que si la alegría no salía de ellos ,de esta manera entonces, simplemente no serían capaces de contenerla. El sonido era tangible y casi material, como una lluvia que se puede sentir en tu piel, pero que no te moja.

Ver y escuchar no estaban separados en este lugar donde ahora estaba. Podía escuchar la belleza visual de los cuerpos plateados de esos seres brillantes que estaban arriba, y pude ver la perfección creciente alegre de lo que cantaban. Parecía que no se podía ver o escuchar ninguna cosa en este mundo sin volverse parte de ella, sin unirse con ello de alguna forma misteriosa.
No obstante, una parte de mí aún recordaba que hasta hacía un momento iba conduciendo mi coche y sin saber por qué había dejado de tener constancia de mi cuerpo y, sin saber por qué, me encontraba en un mundo realmente indescriptible.
De repente una de los seres transparentes se acercó hasta mí y mirándome con unos enormes ojos azules y sin pronunciar ni una sola palabra me transmitió que no debía temer en absoluto y que me conocía perfectamente. Juro que no mediamos palabras, ni tan siquiera un suspiro, pero supo transmitirme una paz y una tranquilidad que pocas veces soñé alcanzar antes en mi vida. Me tomó la mano, y su tacto era cercano, sin llegar a ser conocido. Me llevó a lo alto de una luz más tenue y me pasó su largo, delgado y transparente brazo por encima del hombre, y su vista me invitó a girar mi cabeza y dejar de mirarlo a él o ella…Fue en ese preciso momento cuando un conjunto de haces de luz me atravesaron y produjeron en mi cuerpo frío y calor al unísono pareciendo eclosionar por la cuenca de mis ojos. Acto seguido miré a mí alrededor y no podía creer lo que estaba viendo. Tenía frente a mí a varios familiares fallecidos, sin sus caras, sin sus cuerpos, sin sus voces, pero sabía, juraría que eran ellos. Jamás había creído en este tipo de experiencias pero era tan real que no podía negar la evidencia. Sentí una paz inmensa al verme entre ellos y tenía tantas preguntas por realizar, tantos misterios por resolver que mi cerebro y mi voluntad no conseguían ponerse de acuerdo para formalizar, con cierta coherencia, nada más que admirar estupefacto cuanto ocurría frente a mí. De repente uno de los seres se acercó a mí y me dijo en una voz susurrante… -No temas, aquí todos te queremos y nos alegramos mucho por verte…Pero aún no cerraste la puerta.- Entonces no entendía que querían decir esas palabras pero pude reconocer quien era aquel ser, era mi padre. El cual llevaba fallecido más de 10 años.
Mi padre siempre me obligaba a terminar las tareas, a ser un hijo obediente y a cumplir con mis responsabilidades. Antes de poder marchar a la calle siendo un chaval para poder jugar con mis amigos me decía en voz pausada – ¿Estás seguro de haber cerrado bien la puerta?...- Para que me cerciorara de que todas mis tareas, todas mis cuestiones habían sido concluidas antes de marchar a jugar. Sentí el deseo irrefrenable de amarle, de abrazarle, de decirle cuanto no pude por su repentina marcha. Quería llorar y no podía, quería regresarlo y dar fe de que era tan cierto como que respiraba aunque, a decir verdad, tampoco puedo asegurar que esto último yo lo hiciera.
Me tomó ambas manos y me tranquilizó, me dijo que me calmara, que todo era mucho más sencillo de lo que imaginábamos. Que disfrutara de la vida como si cada instante fuera el último. Que respirara profundo, que amara sin límites y que gozara los momentos con aquellas personas que quería. No salía de mi asombro, padre mirándome a los ojos y yo sin saber qué decir. Las noches de negación, mi rabia contenida y la incomprensión de su marcha podían ser resueltas…pero ya no tenía esa necesidad. Mi padre jamás se marcharía de mi lado…
Me abrazó tan cálidamente que, pensando que me apretaba fuerte, sentí un calor inmenso que llenaba mi pecho y me hacía estremecer de pies a cabeza mientras los haces de luz iban trazando en mi cabeza una tela de araña que no me permitía ver nada. Quise estirar mis brazos para agarrarme con fuerzas al ser que amaba mientras le gritaba con todas mis fuerzas diciéndole que no, que no quería separarme de él, y en ese momento noté un fuerte golpe en la cabeza. A continuación un pitido intermitente y una luz centrada en mi pupila, muchas voces a mi alrededor y varias personas rodeando mi cuerpo…- Llamad a los familiares, ¡esto parece un milagro!-
Pocos días después supe que llevaba en coma 4 meses después de haber sufrido un brutal y desafortunado accidente a los mandos de mi coche. Minutos antes se había tomado la decisión irrevocable de desconectarme de las máquinas por inexistentes muestras de producción cerebral ni constantes vitales. Según la enfermera que me custodiaba en ese momento, abrí los ojos de forma repentina y de forma súbita grité varias veces negando, con los brazos estirados y mirando al techo de la habitación. Acto seguido se acercaron los demás y aquel gesto me facilitó que aún me quede tiempo para cerrar todas las puertas que aún me esperan abiertas…

Si queréis podéis visitarme y leerme un poquito más. Gracias.

http://www.emocionalia.es


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