La oscuridad

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Se hizo la oscuridad y como venia ocurriendo desde hace unos días volví a sentir aquel respirar pausado, armónico, tranquilo y a la vez ansioso...

Hacía ya varios días que ocurría lo mismo, y la verdad es que lo esperaba ansiosa. Apagaba la luz de mi habitación y al cabo de un rato aquel aroma llenaba la alcoba y al momento aquel respirar...

Era un aroma embriagador que hacía que me sumiera en una especie de sueño relajante y a la vez excitante. Al inspirar aquel aroma me adentraba en una especie de éxtasis relajante que hacía que se erizara todo el vello de mi cuerpo, que se abriera cada poro de mi piel, que me entregara a mis sentidos como si estuviera poseída y no fuera dueña de mi cuerpo.

En esa oscuridad completa que llenaba mi alcoba volví a sentir aquel aroma y mi cuerpo desnudo extendido boca abajo en la cama se volvió a estremecer de placer, pero esta noche sentí ese respirar muy cerca, lo sentí en mi nuca, lo cual hizo que sintiera como si se parara el tiempo y los poros de mi piel intentaran captar todo, el aroma y el respirar.

Sentí que el aliento de aquel respirar recorría todo mi cuerpo por detrás sin dejarme mover. Comenzó por la nuca recorriendo muy despacio mi espalda, bajando por la columna acariciando cada vértebra, cada terminación nerviosa, pasó sobre mis nalgas muy lentamente y siguió por mis piernas hasta llegar a los talones para despues subir otra vez lentamente hasta llegar de nuevo a mis nalgas.

Al llegar de nuevo a mis nalgas se paró como si supiera lo que yo iba a hacer y acto seguido como por arte de magia mis piernas se separaron dejando mi vagina totalmente abierta y muy húmeda a expensas de aquel aliento.

Estaba muy húmeda, bueno realmente estaba completamente mojada, deseosa de que un enorme pene me penetrara. Sentí como algo húmedo, tal vez una lengua, recorria haciendo círculos el orificio anal y después se abría paso entre mis labios vaginales para introducirse en el interior.

Sentí de nuevo estremecerse todo mi cuerpo, mis pezones se habían puesto duros como piedras y mi vagina se abría más y más sin poder aguantar los líquidos que por ella emanaban. Me corrí toda, pero aun así no me podía girar estaba petrificada, me sentía poseída por una gran lengua que sabía muy bien moverse, sabia como tratar a mi vagina, sabia como hacerme disfrutar.

Aquel movimiento que sentía en mi vagina me estaba haciendo correr de nuevo, era maravilloso, me sentía totalmente poseida por el placer y la lujuria, abandonada a la experiencia más excitante y extasiante jamás vivida.

Jadeaba sin parar corriéndome varias veces hasta quedar completamente exhausta y empapada sobre aquella cama de mi alcoba y sintiendo como todo se difuminaba poco a poco en el ambiente, dejándome en aquel estado soporífero y esperando que se repitiera otra noche.


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