CARCELERO

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El rítmico compás de una gota de agua, acompasaba el vano y pausado discurrir del tiempo infinito en la humedad tóxica de la celda.

Tan inesperado como anelado, la cerradura de la puerta giro sobre sus viejos y oxidados goznes y el aire del exterior, cargado con los delirios de la primavera, pentró en el presidio. Fue entonces cuando miles de gritos y protestas se alzaron indignados, por el presidio, apartando de súbito el silencio, de la eterna espera. ¡Carcelero!  ¡Mírame carcelero! Ya no me reconozco, húmedo y febril llevo años en ésta celda. ¡Por piedad, queremos respirar gritan todos los presos.¡Carcelerooooo!.

Nada alteró al vigilante en su ronda. Comprobó que todo estaba como siempre, en orden y envegecido silencio. El viejo bodeguero siguió caminando entre las barricas de vino y viejas alquitaras de Brandi, sin hacer caso a las protestas de los aún jóvenes vinos.

Los quiero tanto, que a veces me parece oírles en su espera, dijo para si con una sonrisa.


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