Por fin es viernes para este desgastado corazón que se mece, con la ayuda del aire de tus suspiros en ese oxidado columpio de desazón.
Bombea, sereno, mientras le cuento los efectos secundarios de tu risa. Se acomoda enmi pecho, dejándose envolver por mi marcado acento gallego y por las caricias improvisadas de mi seseo implosivo.
Lo acuno y sueño despierta, sueño con ese cálido abrazo, tan necesario a día de hoy. Ese abrazo sincero, de no menos de 5 minutos, ese abrazo que me haga cerrar los ojos y evadirme de la realidad
Me repliego sobre mi misma, dolorida, ausente de equipaje y de esperanza. Mi moralidad, a mi lado,me protege como un ejemplo intachable.
Si Dios existe, alguien debería pedirle que me salve de sufrir este trance, ya son demasiados.
Mi moralidad, tan en su lugar siempre...frenando esas envidias sanas que no son más que mentiras a medias, como dicen por ahí. Regalando consejos, perspectivas poliédricas, ideas,
equilibrio y cuatro pasos sin miedo para comenzar cada día.
¿Quieres venir un rato conmigo?
Puedo hacerte hueco. Aquí, en mi pecho, no llueve pero hace frío por la ausencia de sentimientos compartidos y por la rendición ante mis circunstancias.
La oscuridad de mi presente hace que se acorten mis días en exceso y tan sólo tengamos 3 horas de luz natural.
Sombras.
La realidad sopla vientos de componente norte y va congelando mis huesos, atravesando mi piel sin miramientos.
Lentamente, quitándome minutos de vida y segundos de luz.
Me marchito.
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