Los lamentos tardíos

Miro hacia atrás, en una tarde gris, sombría y triste.

Cuántas cosas quise hacer y no tuve la fortaleza, o suficiente energía, de llevarlas a cabo.

Quizás, porque suponía que tenía “ toda una vida por delante”, que disponía de tiempo suficiente,

que la vitalidad de entonces, permanecería inalterable, que mis ansias no cambiarían.

Qué insulsa o ingenua fui, al pensar así.

¿ Porqué ahora, las tengo que rememorar?, quizás porque mi estado emocional esta alterado y así me deprimo más. Y tiramos de esos sueños que un día tuvimos y no realizamos.

¿ Porque no llegué a completar esto o aquello? ¿ y si hubiese seguido aquel camino, tan deseado que en su día lo vi  idóneo?

Más me derrumbo, por no poder alcanzar todo aquello que deseé.

Regodearnos, eso sí conseguimos, en nuestra miseria de lamentos tardíos.

Y ahora que no puedo recoger la cosecha de aquellas cosas que no realicé, para recordarlas como supuestamente momentos felices, me quejo, sí, me quejo y mucho, porque soy y somos ( muchos) quienes realizamos éste repaso de nuestra vida, lamentándonos y alimentando negativamente nuestro espíritu.

El tiempo ha pasado y de nada sirve, sí, para hundirnos más.

Pienso, que es más saludable recordar nuestros episodios felices, ( que todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida), que lamentarnos de nuestros sueños evaporados.

La experiencia alcanzada a lo largo de la vida, nos puede alentar para vivir más intensamente el presente, mirar el pasado sin lamentaciones, porque “ya” no se puede modificar y darle una oportunidad al futuro . Una oportunidad, sí, porque en nosotros está el poder alterar “algunos” aspectos para ser más felices.