Lucía y sus relatos

   Algunos fragmentos de los relatos de Lucía, donde queda constancia, de algunas vivencias personales, fueron escritos al anochecer, con el suave fondo musical que emitía su propia respiración y el latido de su corazón, que para entonces había conseguido apaciguar.

   Se preguntaba Lucía, a veces, si aquellas notas musicales valdrían para algo mas, que seguir la rutina, en la que todos los días parecieran iguales. Pero en el fondo, le daba igual, porque ella había descubierto que la rutina no existe, había aprendido que cada amanecer era diferente, que los sonidos de la mañana, si se fijaba un poco, también eran distintos; aunque ella siguiera los mismos pasos para ponerse en marcha y dejar todo listo, antes de irse a trabajar.

   Era entonces, cuando daba rienda a su imaginación y comenzaba a escribir un nuevo relato. De lo que había acontecido ese día, al fijarse en una señora que suspiraba, mientras esperaba el tren... ó en aquel joven de la mochila ensimismado en sus propios pensamientos, que no se había dado cuenta del final de su trayecto.

   De aquella manera empezaba a tejer un entramado de historias que la transportaban a un mundo imaginario y real a la vez, porque ¿Quien le podía decir a ella, que aquellos relatos no podían acontecer?

   Realmente, era algo que tampoco le preocupaba. Ella escribía para sí misma, por pura diversión, por evasión; de lo que acontecía en su vida, en su imaginación.

   Porque le proporcionaba un sosiego y un equilibrio emocional, y en parte porque quizá también en ella alentaba la curiosidad o la fascinación de jugar aquellas cartas que le ofrecía la vida.