Deudas, sexo y religión parte III
Por Prometea
Enviado el 13/02/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Ya hacía mucho que René era visitante asiduo de mi casa en la mañana ya que mi esposa, que era su “secretaria”, lo recibía para tener el sexo más cachondo. A pesar de que mi esposa y yo somos swingers consumados, empecé a sentir un poco de celos por la manera en que se entusiasmaba contándome los pormenores de sus encuentros. Además era imposible que mis 14 o 15 centímetros compitieran con el animal de 20 centímetros de René. Tanto me platicaba que yo deseaba también probar ese gran miembro. De bastante tiempo para acá, había aflorado mi bisexualidad y en algunas reuniones, mi esposa y yo le dábamos placer oral a nuestro acompañante.
René no sabía nada de esto. Solo nos había perdonado una deuda por un préstamo que nos había hecho y pensaba que me ponía en el cuerno con mi mujer. Además él era extremadamente religioso.
Un día que tenía libre en el trabajo, le pedí a mi esposa que me dejara observarla sin que René supiera que yo estaría ahí. Ya hacía tiempo, habíamos instalado un cristal que permitía ver hacia nuestra recámara desde la otra. Nos divertíamos de lo lindo viendo de todo: como se masturbaba nuestro vecino con su ropa interior sin saber que era visto. También vimos a un chavo que estaba pintando las paredes, ponerse la ropa interior de mi esposa pensando que estaba solo. En esa ocasión ella se excito tanto que decidió cogérselo de un jalón. Se hizo la aparecida y casi mata del susto a nuestro pintor. Ella se había puesto un negligee negro precioso de encaje. Era completamente transparente. Cuando él pintor trataba de deshacerse de la tanga y el brasier de mi esposa, ella le dijo “¿te gustaría probarte este?”. El no entendía muy bien que pasaba y ella insistió “¿te gustan las mujeres?”. Él tartamudeando dijo, “mucho señora, lo que pasa es que tengo obsesión por la ropa femenina. Es mi fetiche y la verdad usted está preciosa”. Ella se acercó a él y tomó el miembro de él con ansiedad. Se lo chupó hasta que obtuvo su premio con la leche caliente que tanto le gusta. La última vez que hicimos un trío con este pintor, yo tuve ese miembro dentro de mí al mismo tiempo que yo penetraba a mi esposa. A ella le encantaba esto ya que esa situación me provocaba eyaculaciones muy copiosas.
Nuestro plan era tener a René entre los dos. La verdad ya tenía una curiosidad morbosa por ver lo que solo me imaginaba debajo de su ropa. Ella estaba como siempre, una verdadera hembra vestida muy sexi. Nunca recuerdo como se llama esa tela que parece que se unta al cuerpo. Abajo solo llevaba un breve microtanga australiana que conseguimos en Wicked Weasel. Son una verdadera belleza que dejaba ver sus carnosos y rosados labios. Yo no pude resistir y la chupe hasta que se vino. Sin pensarlo ella, se dejó así para recibir bien lubricada a René.
Yo tenía la cámara lista. Él llegó y parecía que era la primera vez. Besó muy ansioso a mi esposa tomándola por las nalgas con firmeza. Le levantó su falda muy corta y la acariciaba tan fuerte que pude ver como se le enrojecía su piel. Ella atacó de inmediato y sin dejar la danza de las lenguas, le desabrochó el pantalón que cayó al suelo igual que bóxer. ¡Ahí estaba ese mástil! Ella se hincó y poniéndose la más cerca que pudo del falso espejo, me dejó ver lo que tanto ansiaba: como se comía tamaño pepino. La verdad no he conocido a mujer más mamadora que mi esposa. Ella volteaba discretamente y me sonreía sabiendo que se me estaba haciendo agua la boca. Me masturbé varias veces. Él la detuvo y no quiso terminar. La volteó y ella puso su mejilla izquierda en la cama permaneciendo de pie. Él se colocó atrás y cuando hundió su estocada en la lubricada vagina de mi mujer, puso los ojos en blanco. Empezó a bombear y ella parecía que se volvía loca de placer. Yo veía como entraban y salían esos 20 centímetros del cuerpo de mi mujer que parecía poseída. Ya le había enseñado que él ocasionalmente debía sacar completamente el enorme animal para volverlo a refugiar en lugar de solo tallar. Cuando lo hacía así mi esposa gritaba “hoooo, húndelo todo…haaa… cógeme toda… quiero esa verga para siempre dentro de mí”. Yo no pude más y me volví a masturbar. Ahora ella se salió de esa empalada que le estaban dando y se lo chupó un poco. Se puso en la orilla de la cama y abriendo sus piernas casi 180 grados, le dijo. “quiero esa enorme verga aquí” y le señaló su precioso clítoris. Él sabía lo que tenía que hacer y con esa enorme cabeza empezó a jugar. Ella empezó de nuevo a proferir cuanta cosa obscena sabía: “Papá… cógeme más…así…así…Hooo…está enorme…está gigante” al mismo tiempo ella se auto penetró con la mitad del instrumento y la otra mitad la masajeaba con su mano que se veía pequeña ya que no alcanzaba a abarcar ese gran falo de fantasía.
Ya no pude más y me desnudé. Abrí la puerta y cuando él estaba chorreando un gran baño de semen en las tetas de mi esposa yo aparecí sorpresivamente. Él casi se muere del susto y lanzó el clásico: “Arturo, no es lo que tú piensas”.
Mi esposa sonreía divertida a la expectativa de la reacción de René. Él quería alcanzar su ropa pero no atinaba a hacer nada. Yo me acerqué y tomando su flácido miembro, le dije “yo creo que si es lo que pienso”. Él se apartó reaccionando violentamente “oye, ¿Qué haces?” corroborando lo que tanto me ha platicado mi esposa. “¡¿Qué? ¿Acaso tú sabes?!”. “Todo”, contesté. Entonces mi esposa se incorporó y le dijo al oído: “cariño, ¿podrías hacerle un favor a mi esposo? Te aseguro que te va a gustar”. Yo me volví acercar e intenté nuevamente tomar su miembro. Él me detuvo y ella tomó su brazo y dijo “por favor, hazlo por mí”. Ella lo besó al mismo tiempo que ponía la mano de René en su hermoso pubis. Aproveché y me lo metí a la boca de inmediato. Él estaba tan confundido como excitado. Por fin se dejó hacer y se recostó para darle sexo oral a mi esposa. Mientras yo hacía lo propio con el gran animal. Ahora ella se inclinó un poco y entre los dos lamimos ese hermoso miembro café obscuro y venudo. El miembro más increíble que haya visto. Alternábamos nuestras mamadas con besos profundos y ella no dejaba de masajear. De pronto brotó la leche, mi esposa y yo la tomamos con ansiedad. René solo decía “increíble… esto es increíble”. Entonces mi esposa se montó de nuevo en el potro y me dijo “tú penétrame por atrás”. Tomé un poco del semen que René había soltado copiosamente y se lo unté en el culo a mi mujer. La penetré fácilmente. Ella empezó un movimiento circular muy…muy lento. No tenía prisa. ¡Fue sensacional! René y yo nos venimos al mismo tiempo.
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