Niebla

Parece que hay niebla. La ciudad parece una copa de anís que alguien se hubiese preparado con negligencia para ir bebiendo poco a poco después de no haber hecho nada especialmente relevante. Parece que haga frío. El día pende de las palabras buscando alguien que lo lea. Pero la gente pasa despistada sin prestarle atención. Tienen cosas que hacer. No los culpo. Pero lo pagarán caro. Se estarán perdiendo este momento. Una extraña música, próxima al silencio, armoniza lo de siempre. Por un momento las cosas semejan lo que son. Los edificios de enfrente están enfrente sin discrepancia alguna. Pero… entre lo uno y lo otro hay una zanja que pocos están dispuestos a salvar.

Supongo que será la noción profunda de que nada importa lo que le da tanto sentido a la niebla. El teatro del día a día requiere asumir el velo que cubre la esencia de las cosas. La vida con el tiempo ha adquirido su pátina, como el espíritu, como el rostro. Nos vamos acostumbrando al desastre. Aunque algunos todavía tengamos demasiadas cosas. Por eso hay que atrincherarse en las palabras.

Hay que comunicarse con el universo. Llegar al otro lado. Continuar hablando después de muerto. Las palabras continuarán diciendo… lo que hay destrás de la niebla.