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Muerte se Escribe con X. ( Capítulo 2/5).
Por Jaimeo
Enviado el 11/02/2016, clasificado en Intriga / suspense
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Muerte se Escribe con X. ( Capítulo 2/4). Miér Feb 11, 2015 10:17 pm
Llamen al Inspector Carrados.
La escena en la oficina del Prefecto Urrutia, Jefe de la Región Metropolitana de Investigaciones, se repetía como otras muchas veces. El gobierno le apretaba las clavijas y a su vez él las emprendía contra los jefes subalternos ante el escándalo periodístico que publicaba los asesinatos de hampones de la ciudad de Santiago.
—¡¿Acaso sólo tengo jefes incapaces bajo mi mando?! —bramaba ante los rostros impávidos de los jefes de unidades, acostumbrados ya a las explosiones de rabia del “viejo”—. ¡¿Cómo diablos no van a tener ni siquiera una pista para atrapar a … esos señores justicieros que saltan sobre la ley?!
—Seguiremos trabajando en estos casos —sonó la voz suave del Jefe de la Brigada de Homicidios— Pondremos a los mejores detectives y … si es necesario sacaremos de otras unidades a aquellos funcionarios que han pasado por nuestra Brigada.
El prefecto , rojo de rabia, intentó seguir con sus explosivas manifestaciones, pero se dio cuenta que el hombre tenía razón. No obstante, tras unos breves segundos en los que miró el piso, nuevamente clavó sus ojos en él y dibujó una siniestra sonrisa en sus delgados labios.
—¡Ya, ya ,ya ¡ Déjeme adivinar. De nuevo hará trabajar en la capital al tan mentado Inspector Carrados —se tomó el mentón, frunciendo un poco la boca, asintió varias veces—. Síiii, por qué no … he visto sus resultados y debo reconocer que es un buen funcionario.
De inmediato los jefes se comunicaron telefónicamente con sus subalternos y acordaron una reunión para una hora más tarde. La sala de conferencias se llenó de detectives, inspectores y comisarios, todos hablaban al mismo tiempo en una conversación sobre el tema; estaban esperando que el Prefecto de Santiago subiera al podio y hablara por el micrófono dando los antecedentes de la nueva ola de asesinatos.
Un ayudante encendió el proyector y en el telón blanco apareció un plano de Santiago con numerosos signos equis de color rojo. Era una cantidad impresionante de crímenes que en algunas poblaciones conocidas por ser habitadas por delincuentes mostraba muchas de esas señales.
Habló brevemente que todas las X eran hallazgos en los cadáveres de bandidos e hizo una particular seña al ayudante, quien cambió la diapositiva y apareció un conocido diario capitalino con un gran titular: “LA MUERTE LA ESCRIBIERON CON X”.
Había un gran silencio en la sala, los detectives comprendían la importancia de la reunión.
—Damas y caballeros —también estaban presentes mujeres detectives—, tenemos una enorme labor para tratar de detener estos escandalosos hechos. Nadie debe tomar la justicia por su mano; la prensa y las autoridades me siguen presionando.
Una nueva mirada y con corto: “Todos a trabajar, estimados colegas”.
En voz baja habló a su ayudante que con rapidez se metió entre los policías hasta alcanzar al Inspector Carrados y a su joven colega. Le informó que el Prefecto quería hablar con él.
Ambos compañeros acudieron donde el superior jerárquico y como saludo le hicieron una pequeña inclinación de cabeza.
El viejo y cascarrabias Prefecto pasó su lengua por sus dientes con la boca cerrada antes de mirar al joven sabueso.
—Señor Carrados … —con un pequeño carraspeo aclaró su garganta—, usted y su ayudante han dado muestras públicas de sus capacidades. Debo reconocer que estaba equivocado cuando creí que sus compañeros le hacían tanta propaganda sin motivo.
Mirándolo a los ojos , pese a conocer la actitud inmutable de Carrados que para nada mostraba nervios ante tan alto jefe de la PDI, tuvo el acierto de hablarle con el respeto que merecen sus subalternos y más aún a éste que era famoso por sus hábiles pesquisas.
—Por esta razón confío en usted para que atrape a los carajos que están fuera de la ley cometiendo tales crímenes.
En un gesto poco usual, el Prefecto le extendió la mano a ambos y les deseó suerte.
Una vez fuera del cuartel, el detective ayudante no pudo dejar de lanzar su ironía.
—¡Qué caballerito está el viejo!
El Inspector le lanzó su regaño acostumbrado.
—Le digo, colega, que no trate de viejo al viejo prefecto.
González se inclinó y lanzó una carcajada en sordina, ya conocía a su jefe cara de piedra cuando decía alguna ironía o broma.
(Continuará).
Una Investigación … con Faldas.
La escena en la oficina del Prefecto Urrutia, Jefe de la Región Metropolitana de Investigaciones, se repetía como otras muchas veces. El gobierno le apretaba las clavijas y a su vez él las emprendía contra los jefes subalternos ante el escándalo periodístico que publicaba los asesinatos de hampones de la ciudad de Santiago.
—¡¿Acaso sólo tengo jefes incapaces bajo mi mando?! —bramaba ante los rostros impávidos de los jefes de unidades, acostumbrados ya a las explosiones de rabia del “viejo”—. ¡¿Cómo diablos no van a tener ni siquiera una pista para atrapar a … esos señores justicieros que saltan sobre la ley?!
—Seguiremos trabajando en estos casos —sonó la voz suave del Jefe de la Brigada de Homicidios— Pondremos a los mejores detectives y … si es necesario sacaremos de otras unidades a aquellos funcionarios que han pasado por nuestra Brigada.
El prefecto , rojo de rabia, intentó seguir con sus explosivas manifestaciones, pero se dio cuenta que el hombre tenía razón. No obstante, tras unos breves segundos en los que miró el piso, nuevamente clavó sus ojos en él y dibujó una siniestra sonrisa en sus delgados labios.
—¡Ya, ya ,ya ¡ Déjeme adivinar. De nuevo hará trabajar en la capital al tan mentado Inspector Carrados —se tomó el mentón, frunciendo un poco la boca, asintió varias veces—. Síiii, por qué no … he visto sus resultados y debo reconocer que es un buen funcionario.
De inmediato los jefes se comunicaron telefónicamente con sus subalternos y acordaron una reunión para una hora más tarde. La sala de conferencias se llenó de detectives, inspectores y comisarios, todos hablaban al mismo tiempo en una conversación sobre el tema; estaban esperando que el Prefecto de Santiago subiera al podio y hablara por el micrófono dando los antecedentes de la nueva ola de asesinatos.
Un ayudante encendió el proyector y en el telón blanco apareció un plano de Santiago con numerosos signos equis de color rojo. Era una cantidad impresionante de crímenes que en algunas poblaciones conocidas por ser habitadas por delincuentes mostraba muchas de esas señales.
Habló brevemente que todas las X eran hallazgos en los cadáveres de bandidos e hizo una particular seña al ayudante, quien cambió la diapositiva y apareció un conocido diario capitalino con un gran titular: “LA MUERTE LA ESCRIBIERON CON X”.
Había un gran silencio en la sala, los detectives comprendían la importancia de la reunión.
—Damas y caballeros —también estaban presentes mujeres detectives—, tenemos una enorme labor para tratar de detener estos escandalosos hechos. Nadie debe tomar la justicia por su mano; la prensa y las autoridades me siguen presionando.
Una nueva mirada y con corto: “Todos a trabajar, estimados colegas”.
En voz baja habló a su ayudante que con rapidez se metió entre los policías hasta alcanzar al Inspector Carrados y a su joven colega. Le informó que el Prefecto quería hablar con él.
Ambos compañeros acudieron donde el superior jerárquico y como saludo le hicieron una pequeña inclinación de cabeza.
El viejo y cascarrabias Prefecto pasó su lengua por sus dientes con la boca cerrada antes de mirar al joven sabueso.
—Señor Carrados … —con un pequeño carraspeo aclaró su garganta—, usted y su ayudante han dado muestras públicas de sus capacidades. Debo reconocer que estaba equivocado cuando creí que sus compañeros le hacían tanta propaganda sin motivo.
Mirándolo a los ojos , pese a conocer la actitud inmutable de Carrados que para nada mostraba nervios ante tan alto jefe de la PDI, tuvo el acierto de hablarle con el respeto que merecen sus subalternos y más aún a éste que era famoso por sus hábiles pesquisas.
—Por esta razón confío en usted para que atrape a los carajos que están fuera de la ley cometiendo tales crímenes.
En un gesto poco usual, el Prefecto le extendió la mano a ambos y les deseó suerte.
Una vez fuera del cuartel, el detective ayudante no pudo dejar de lanzar su ironía.
—¡Qué caballerito está el viejo!
El Inspector le lanzó su regaño acostumbrado.
—Le digo, colega, que no trate de viejo al viejo prefecto.
González se inclinó y lanzó una carcajada en sordina, ya conocía a su jefe cara de piedra cuando decía alguna ironía o broma.
(Continuará).
Una Investigación … con Faldas.
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