Te sueño...

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Un escalofrío recorrió su cuerpo, no sabía si eso era lo que le había despertado. «Hummm… no quiero despertarme, quiero volver al sueño… qué bonito. Me estremezco solo al recordarlo…». Se dio media vuelta e intentó volver a sus pensamientos, a ese sueño que sin quererlo, había conseguido turbarla.

Frente a la ventana, observaba los árboles tan longevos que atusaban el jardín; ni si quiera le había oído entrar. No sabía que hubiera nadie en la casa. El tirante derecho de su camisón descendió por su hombro provocándole un escalofrío que erizó su piel. Sintió cómo sus pechos se estremecían mientras sus pezones respondían endureciéndose. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza y no pudo evitar que sus caderas se contonearan sin haberlo pensado si quiera. En ese momento sintió cómo él ponía sus manos en sus caderas siguiendo el movimiento. Sin tiempo a darse la vuelta oyó cómo le susurraba al oído: «Llevo todo el día contigo en mi cabeza, buscándome, pidiéndome todo lo que deseo contigo». Ella se giró, abrazó su cuello entrelazando sus dedos en él y le besó; despacio, cómo ella también había deseado desde el día en el que le conoció. Rozó sus labios humedeciéndolos con su lengua, recorriéndolos, sintiendo como sobre sus caderas las manos de él cada vez la estrechaban más fuerte aferrándola con fuerza.

Él la dio la vuelta; de nuevo miraba por la ventana, esta vez con el frío cristal sobre su mejilla, mientras podía observar el reflejo de quien sin saber cómo, se había convertido en realidad. Sintió cómo despacio, su suave camisón iba ascendiendo por sus piernas mientras esas manos fuertes y masculinas erizaban sus muslos, contrayendo su entrepierna. Percibía su erección —era imposible no hacerlo— y deseaba que el tiempo no pasara, que los minutos fueran eternos dentro de esa sensación que le embriagaba. En ese momento, sintió cómo se contraía aún más cuando los dedos de él acariciaron su sexo; de una manera suave e intensa al mismo tiempo, que provocó una contracción en todo su cuerpo. Le estrechó fuerte, arqueándose sobre él mientras creía no poder aguantar más sin sentirle dentro. Sus paredes se dilataban, le llamaban con gritos desesperados; anhelando su erección. No supo si lo había pensado o dicho en alto, porque en ese momento, sintió cómo con un movimiento perfecto y experimentado…se introdujo en ella. Una vez. Dos. Tres. Cada vez más rápido, más vehemente. No pudo evitar cerrar los ojos cuando sintió cómo su lengua recorría su cuello, de arriba a abajo; un lado, luego el otro, sin que sus caderas dejaran de acompasarse a la perfección. Sintió como apenas había espacio entre sus piernas, cómo todo estaba a punto de terminar. Gimió, gimió cómo nunca creyó haberlo hecho antes. Él respondió de la misma manera, en su oído, abrazando su cintura de cadera a cadera y aferrando sus pechos mientras respiraba entrecortadamente en su oído. Y lo sintió. Lo sintieron. Ella; un escalofrío que la recorrió sin dejar un ápice de su cuerpo sin tensión, sin sacudida, creyendo flaquear sin fuerza en sus rodillas que aguantaran esa última sacudida. El; deshaciéndose en el interior de lo que sentía como su hogar, el lugar donde sentía ser el mismo, donde todo desaparecía a su alrededor.

Otra vez, abrió los ojos acelerada, contraída…, había vuelto a despertarse. Se sentó sobre la cama, aún temblando: «Tengo que hacerlo, debo llamarle y ayudar al destino… tengo que sentirle dentro de mí…»

 


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