LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(6)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 11/02/2016, clasificado en Varios / otros
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LXVlll
Fue un tiempo de hurtadillas
con mi trémula mujer,
se olvidó de mí querer,
pues en otro mundo estaba
cavilando sin poder
ocultar lo que pensaba.
Mi aflicción rompía mi alma,
todo era amargura
sin ápice de ventura,
aguantaba sus miradas
en singular coyuntura
en oscuras madrugadas.
Ella nunca olvidó
su negra noche nupcial,
huía de lo natural
repudiando al marido
en lecho matrimonial,
más todo fue asumido.
Padecía cada noche
cuando llegaba el descanso,
era todo un toro manso
entre sábanas de lino,
parecía hombre ganso
llorando por su destino.
Por fin llegó la cordura
con toda su desnudez,
mostró ella su sensatez
y floreció nuestra vida,
atrás quedó la niñez
aunque nunca se olvida.
Desde aquel dulce momento
cambió total mi existencia,
tuve plena indulgencia
y lloré de alegría,
con sutil paciencia
su reto aguanté cada día.
Fueron tiempos felices
con mi dulce compañera,
trabajamos en la era
y a lo ancho de la vega,
nada de ello fue quimera
y de nada se reniega.
Y por fin pude montar
a mí adorada yegua
que, olvidando su tregua,
en su cuadra trotar quiso,
trotó más de una legua
para llegar al paraíso.
Su suave pelo zaíno
con mimo lo acaricié,
su terso cuerpo sobé
palpando su recto contorno,
con dulzura lo tomé
y pensé en el retorno.
La lujuriosa noche
acabó con nuestros males
y rencillas personales,
estuvimos avenidos
como árboles frutales
dando frutos bien venidos.
En nuestra felicidad
el Creador nos bendijo
con nuestro primer hijo
llenándonos de alegría,
era tal mi regocijo
que mi ternura se fundía.
Fueron llegando los hijos
y fuimos muy dichosos,
nos sentíamos gozosos
de todos nuestros retoños
y estábamos medrosos
pensando en sus otoños.
Eran nuestro tesoro.
Fueron bien llegados
y fielmente educados
en las sendas del Señor,
se sentían privilegiados
por poseer tanto amor.
Porque la vida es un ciclo
que debemos acatar,
pero podemos soñar
viéndolos en su vejez
o como han de madurar
desde su alegre niñez.
Acudieron a la escuela
para su fiel formación,
para no ser ningún peón
y ser culta criatura,
para ellos fue vocación
de su premisa cultura.
Para mí fue bendición,
orgullo y humildad,
comprobar su lealtad
como buenos colegiales,
me llenaba de piedad
por ausencia de males.
Siempre estuve con ellos,
a su vera, escuchando
sus quejas y espantando
sus recelos de chiquillos,
también estuve estudiando
con tan semejantes pillos.
Porque volví a la escuela,
lo que tanto detestaba,
pero hacia atrás miraba
y ridículo me sentía,
ilusionado estaba
con los deberes del día.
Mis hijos me demostraron
el error que cometí,
el tarambana que fui
en tiempos de mi niñez,
cabizbajo comprendí
mi total ridiculez.
¡Nunca es tarde en la vida!
Con paciencia me escucharon
y fieles me enseñaron
el arte de la escritura,
razonando me inculcaron
los momentos de lectura.
Me apasioné por los libros,
el discurrir por sus textos
motivando los pretextos
que llevan su comprensión,
separando sus pretextos
mediante la razón.
Devoraba cada libro
con suma ansiedad,
para mí era deidad
leer lo que estaba escrito,
hablar con autoridad
aunque diera algún grito.
Cuando hacia atrás miraba
una gran vergüenza sentía
y una sensación fría
abrumaba mi sentido,
con raciocinio asumía
aquello que había perdido.
He leído los clásicos,
nuestro siglo de oro,
todo libro con decoro
y todos aquellos poetas
que volvieron al foro
llenos de buenas recetas.
Nunca fui intelectual,
pero alcancé gran cultura
gracias a la lectura,
fue para mí una luz
de apasionada ventura,
más conllevaba una cruz.
No he sido ningún portento,
pero adquirir sabiduría
con lectura de cada día
que avivó mi pensamiento;
la fiebre del saber sufría
sin tener remordimiento.
En estos últimos tiempos
lúdicos siempre han sido,
procuraba estar metido
en órbita cultural
para ser reconocido
como gente intelectual.
Me engañaba a mí mismo,
pues tan solo se trataba
del deseo que albergaba
para matar el pasado,
o al menos yo pensaba
dejar todo olvidado.
Me iré de esta vida
ligero de equipaje,
con trepidante coraje
henchido de mi cultura,
buscar buen hospedaje
allá arriba, en la altura.
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