DIA 2. Desperté sin saber por qué. No estaba aconstumbrada a hacerlo tan temprano. Mi levantar fue muy brusco, demasiado rápido.
Cuando por fin me centré y pude abrir los ojos, pese a la oscuridad de la habitación, pude identificar una sombra a lo lejos. Tenía la mente en blanco, no sabía qué decir. Empecé a oír los pasos, hasta que pude contemplar perfectamente a un hombre no muy mayor, con algunas canas y de aspecto desaliñado. Éste cogió una silla y se sentó a mi lado.
-Supongo que yo no soy la persona que esperabas encontarte al despertar...-
Su voz sonaba un tanto arenosa, pero no era desagradable, y tampoco era andalúz. No respondí nada. Sentí un nudo en la garganta, como si se secara. No sabía quién era aquél hombre, ni dónde estaba ni por qué. Tenía mucho miedo. Agaché la cabeza e intenté relajarme como normalmente lo hacía cuando tenía ansiedad. Después me armé de valor y dije de manera impulsiva:
-¡¿Qué pasa?! Me duele mucho la cabeza y me están entrando mareos. ¿Quién eres?.-
-¡Oye, oye..., tranquilízate! Que estás en MI casa, en MI cama, no lo olvídes...-
-¿Cómo? Es que no entiendo absolutamente nada.- Dije en un tono más agotador.
-Jajaja no te preocupes. Yo te lo voy a explicar todo. Me acabo de tomar un buen trago de whisky y precisamente no tengo ganas de llorar. Ya no tengo las pastillas, me acabé el último paquete la semana pasada.
Empecé a relajarme y a destensar los músculos. No me dio mala espina, así que lo dejé continuar. De repente se levantó, miró su reloj y levantó las persianas. La luz transpasó mis ojos como si fueran mil cuchillos y no pude evitar taparme con la almohada. El desconocido permaneció de pie mirando hacia el exterior por la ventana, con la mirada perdida en la lejanía.
-En mi vida no he mirado más veces por la ventana. Hay días enteros que me los paso así, contemplando el horizonte, las montañas, recordando cuando hasta por las noches también se podía hacer esto. Ahora, cuando miro el cielo, recuerdo el firmamento, las estrellas, la oscuridad, la plena oscuridad, solo la luz de la luna...-
Se giró hacia mí y se dispuso de nuevo a mi lado para proseguir.
-Voy a ir al grano, chica. Ayer te encontré en tu coche, en el parking 6, dormida profundamente, o eso creo, porque ni te diste cuenta de ''la luz''.-
-¿En mi coche? Pero si yo no tengo coche. No recuerdo nada, pero sí sé que no tengo coche.-
Volví a sentir ese nudo en la garganta y sentí taquicardias. ¿Ese tío estaba loco o qué le pasaba? No estaba siendo franco conmigo.
-Pero vamos a ver... ¿De qué estas hablando? ¿Qué coche y qué parking? ¿Qué hago yo aquí?-
Me levanté de un salto y me fuí directa hacia la puerta, de manera instintiva, pero me topé con una puerta cerrada con llave a conciencia.
-Te dije que te tranquilizaras. Eso sólo te va a traer problemas si no sabes como controlarte. Anda, siéntate.- Dijo el desconocido en un tono apaciguado.
Eso último me hirvió la sangre y ya no lo podía aguantar más.
-¡Pero qué pasa! ¡No me mires con esa cara, estás poniendome muy nerviosa! ¡Dime lo que ocurre de una jodida vez!
-Joder, chica, no pensé que tenías ese carácter... Te lo cuento si me prometes que te vas a tranquilizar de una vez.-
-¡No me digas que me tranquilice! Ya no lo aguanto más, abre la puerta. Quiero salir.-
-Lo haría, si pudiera, créeme. No hay nadie con más ganas que yo de salir y tomar aire fresco.-
Su cara empezó a cambiar. Todo su rostro. De aquél color rosado del principio a uno más pálido. También cambió su gesto. Tras decir aquello, quedó cabizbajo y con los brazos apoyados sobre las piernas.
-Escucha, mira, no sé quien eres, entiende que me ponga así, estoy asustada, no sé si me vas a hacer daño. Imaginate que te despiertas en una casa ajena sin saber nada, con una especie de amnesia o lo que sea... ¿Qué te parece a ti la situación?-
-Menos mal que no recuerdas nada, porque sino ahora mismo sabrías de la que te has librado, por poco te cuesta la vida, y gracias a mí estás ahora aquí.-
Enarqué las cejas y mi rostro se iluminó como esperando una respuesta muy ansiada.
-''La luz'' estaba llegando. Yo diría que te quedaban dos minutos de vida...-
-¿La luz? ¿Qu..-
-Sí, yo mismo la pude contemplar desde muy cerca. Tuviste la suerte de que estuviera por allí, buscando a Kiro, el pastor alemán que tengo en la habitación de al lado. Alcé por un momento la vista hacia el parking y te ví a ti, en el coche, dormida en el asiento del copiloto, sin cinturón y apoyada sobre el cristal. Detrás, lo que se acercaba, te hubiera hecho desaparecer como por arte de magia, un visto y no visto. ¡Pero ahí estaba yo! Con el tiempo marcando nuestras vidas me acerqué a tu coche y no dude en sacarte de allí y es por ello por lo que hoy te encuentras aquí.-
-¿Tú estás bien de la cabeza, tío? ¿Qué estás hablando? Estás paranoico... ¿Qué dices de la luz?-
-No sé cuál era tu estado antes de encontrate en el coche, pero chica, te drogaron o algo, eh. ¡No recuerdas absolutamente nada! ¿Qué ''luz'' va a ser? ¡La que ha acabado con la vida de más del 60% de la población mundial, ESA que, tras su paso, engulle todo lo que hay, no deja nada, como si nunca hubiese existido, ESA que por poco acaba contigo! ¡Chica, despierta, ya no podemos vivir en los sueños, esto es lo que hay ahora, no tengo respuesta que darte, solo te pongo las cartas sobre la mesa, lo que está ocurriendo ahora, presente!
-¿Por qué he de creerme lo que me estás diciendo? No te conozco.-
-¡Yo tampoco te conozco a ti y aun así te he salvado la vida!-
Su rostro, esta vez, reflejaba preocupación. Decidí entonces dar mi brazo a torcer. Me acerqué a él.
-¿Por qué está la puerta cerrada?- Pregunté con gesto pacífico.
-Me gusta tener las habitaciones controladas, todo lo que sale y lo que entra. No quiero que ocurra algún accidente y alguien salga al exterior en la hora 0.
-¿Qué es la hora 0?
-Cuando aparece ''la luz''. Lo peor es que ya no sé sabe ni desde qué dirección viene. Antes venía desde el norte. Ya no, ya viene desde cualquier sitio...-
Parecía cansado. Todavía no me sentía lo suficiente segura como para fiarme de él. De repente, empecé a oír una voces provenientes de la planta de abajo. Eran dos mujeres. No pude escuchar bien lo que decían, pero no parecían alteradas ni nada por el estilo. Me relajé. Lo que aún no podía imaginar era lo que se me venía encima, una aventura real, en la vida misma, sin poder cometer errores, sin poder perder tiempo, una contrareloj en estado puro, y todo con el objetivo más primitivo que todo ser ha de cumplir: sobrevivir.
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