¿Quieres un café?

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Como siempre, tarde.

Llevo tres años trabajando en la misma empresa y no había día que no llegara tarde. Era una muy mala costumbre que tengo, y que algún día me jugaría una mala pasada. 

Esa mañana, con las prisas, no me había dado tiempo a desayunar por lo que decidí ir a la sala del café, cosa que raramente solía hacer. Al entrar, vi como mi compañero Samuel estaba preparándose uno. 

-Buenos días, Samuel -dije con una de mis mejores sonrisas que podía poner una a las 8:30 de la mañana.

-Buenos días, Valeria, ¿quieres un café? -me ofreció, a la vez que sentía un rápido vistazo de arriba abajo que mi compañero, muy discretamente, me hizo.

 

Es cierto que soy consciente de mis curvas, es más, me gusta resaltarlas. Y mucho más, cuando sé que a Samuel le vuelven loco. Por ello, a pesar de ir con el tiempo muy justito por la mañana, decidí ponerme una blusa azul eléctrico bien ajustada que hacia que mis pechos quisieran explotar de un momento a otro, una falda negra, por encima de la rodilla seguida de unas medias transparentes que me hacían unas piernas de infarto. Y por último, unos tacones de aguja bien altos.

-Mmm sí, gracias -dije al mismo tiempo que me sentaba en una de las sillas, observando una revista de moda que había encima de la mesa.

 

Siempre entre Samuel y yo ha habido una atracción sexual que nunca hemos sabido resolver. Posiblemente, porque está casado, a pesar de sus veinticinco años. Y por eso, creo que es por lo que me atraía aún más. Y yo sabía que era la protagonista de muchas de sus fantasías sexuales. Yo también las tenía con él. 

 

Pasó la mañana muy aburrida. Lo mismo de siempre, alguna miradita con Samuel y mucho trabajo por hacer. Estaba concentrada en la pantalla del ordenador cuando de repente sentí como alguien me llamaba desde atrás. Miré el reloj: las 5:30.

 

-¿Es que te vas a quedar toda la tarde aquí? -dijo Samuel con una sonrisa, mientras se iba acercando lentamente hacia mi mesa. 

-Madre mía, ni me doy cuenta de cómo pasa el tiempo. Cojo el bolso y bajamos, ¿vale?

Samu asintió al mismo tiempo que se sentaba en una silla. Fui rápidamente hacia la sala del café donde dejé el bolso aquella mañana. Saqué un espejito, me pinté de rojo pasión los labios y salí hacia mi mesa. Samuel se había levantado y se había sentado en la silla de mi mesa, con la corbata medio desatada.

-¿Estás ya? -me dijo con una mirada intensa. 

-Sí, voy a apagar el ordenador. 

Pasé muy cerca de donde estaba y me agaché para pulsar el botoncito. Sentía su mirada en todo mi culo, cosa que adoraba. Me levanté y le miré.

-Ya estoy lista -le dije mirándolo con una sonrisa pícara.

-No, no lo estás. 

Y con un tirón, me sentó encima suya. Aprovechando  el momento, me senté a horcajadas encima de él, sintiendo como todo su bulto estaba haciendo presión. Nos besábamos muy intensamente, gemíamos de placer en cada parte de piel donde nos tocábamos y yo no paraba de moverme arriba y abajo, abajo y arriba, frotando y restregándome cada vez más encima de él.

Con una de sus manos comenzó a desabrocharme todos los botones de la camisa, dejando a la vista mi espectacular sujetador de encaje blanco. Rápidamente, se liberó de el, y comenzó a chuparme uno a uno los pezones, cada vez más duros. Me tumbó en la mesa y mientras estaba jugando, succionando y casi mordiéndome el pezón izquierdo, con su otra mano me masajeaba el otro. No podía más e iba a explotar. Gemía, gritaba y tiraba de su cabeza todo lo más que podía. Me estaba volviendo loca y mi espalda se arqueaba más, más y más. 

-Cuanto tiempo he querido hacer esto -dijo mientras iba bajando y me daba besitos por el vientre.

Me quitó la falda de un tirón y me arrancó las medias. Comenzó a chuparme el clítoris de arriba abajo, cada vez más rápido y ayudándose con varios de sus dedos. Yo lo único que hacía era gritar y gemir, cada vez más alto. Apoyé la mano en cu cabeza para ir marcando el ritmo y se colocó mi pierna en su hombro. 

-Voy a explotar -suspiré al mismo tiempo que me tumbaba hacia atrás. 

-Quiero que explotes, pero ahora dime que eres mía. 

-Oh, dios, sigue ahí, joder soy tuya, lo soy, ay, dios, me voy, me vooy....

 

Continuará...

 

 


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