¡Estos Policías! ¡Ja!. ( 1/3 Anécdotas policiales).

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Balas y Risas.
Los disparos se sucedían uno tras otro en una infernal balacera desde la calle, respondiendo a los tiros que salían de la casa. Los Detectives se parapetaban en donde mejor podían. Ya sea detrás de los motores de las patrulleras, tras un poste de concreto o simplemente botados en el pavimento para evitar ser un fácil blanco.

Respiraban con la boca abierta, sus fosas nasales eran incapaces de captar el aire que necesitaban, tal era la agitación que los embargaba. La adrenalina recién estaba llegando al torrente sanguíneo, pues fueron sorprendidos por disparos a  traición cuando en un procedimiento rutinario fueron a revisar el edificio. Sólo la mala puntería de los hampones había evitado una desgracia entre los policías; sus corazones latían como si hubieran corrido doscientos metros planos, el temor a ser heridos o muertos iba pasando rápidamente y una rabia controlada los invadía.
Ya no disparaban a sus agresores sin saber dónde estaban, la ley los autorizaba a repeler el ataque y los “ratis” apuntaban a las ventanas con el deseo de matar.
_¡Jefe! –gritó el Detective Negrete, ayudante del Subcomisario Páez. _Deben ser unos cuatro o cinco los desgraciados…Creo que están “volados”…No pararán de tirar  hasta morir… ¡Ayy!
El Subcomisario miró a su ayudante, un joven policía alto y muy moreno.
_¡Eh ¿Cómo se encuentra colega? _el ruido hacía que hablaran a gritos.
_Estoy bien, Jefe,  no se preocupe sólo una bala que se llevó un pedazo de mi oreja. ¡Démosle duro a los bandidos!
Las detonaciones seguían saliendo desde las cuatro ventanas del edificio de dos pisos que daban a la calle. Los proyectiles policiales rebotaban en las paredes de concreto. 
Un joven policía llegó arrastrándose hasta el Jefe Páez.
_¡Señor, por radio avisan de la Central que viene apoyo! _lanzando una risa burlona, agregó: _Traen a “Tiro Loco Macgrow”. ¡Diablos, espero que sea verdad que tiene tan buena puntería!
_¡Detective Abásolo, salga de ahí! Las balas rebotan cerca de sus piernas.
_Okey, Jefe, estos gallos tienen mala puntería _el parlanchín Detective  se arrastró hasta llegar a la patrullera junto al Subcomisario Páez. Miró a Negrete que se cogía la oreja para evitar la hemorragia.
_¡Hey, compadre, ya no te llamaremos más “Negrote” _éste lo miró enojado, no le hacía gracia el mote. _Te bautizo como “El Taza” _cómicamente le hizo la señal de la cruz y sus compañeros más cercanos gritaron “Amén”.
Tal vez para quitarse el miedo o darse ínfulas de valientes, riendo en medio de las detonaciones, los jóvenes gritaban:
_¡Cuídate la otra oreja, “Taza Negrete”!
Las risotadas se confundían con el estrépito de la balacera.
El Detective Abásolo quiso seguir haciéndose el gracioso.
_¡Oye “Taza” …!
_¡Cállese, Detective “Hablasolo” _gritó el Subcomisario, hubo nuevas risa entre  los que les alcanzaban a oír.
_¡A la orden  Jefe Peláez… perdón, Jefe Páez _fue su pequeña venganza ante el apodo que le acababa de poner su calvo Jefe.
_¡Señor Abásolo, ya hablaremos en el Cuartel ,.. si es que no le vuelan la lengua de un “tunazo”.
Apareció otra patrullera que quedó  fuera de la vista de los bandidos, se bajó un delgado joven que portaba un  fusil con mira telescópica. Se acomodó detrás de un poste de concreto y apuntó a una ventana. Un alarido se sumó a la batahola después del disparo; tranquilamente el Detective apuntó a otra ventana, disparó y otro grito de dolor. En suma, los delincuentes después de haber arrojado sus armas se rindieron y salieron; entre dos traían a dos compañeros heridos.


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