El cuerpo del delito

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Cuando llego al lago era noche cerrada, abrió la puerta de atrás de la furgoneta y saco un bulto envuelto en bolsas de basura. Como era muy pesado tuvo que arrastrarlo por el suelo, dejando surcos sobre la tierra a su paso. Mientras intentaba arrojarlo al agua oyó un coche que frenaba bruscamente, un halo de luz le iluminó la cara y una voz de mujer grito su nombre.

Le habían pillado in fraganti, todas las precauciones que había tomado no sirvieron para nada, no sabia que escusas poner que resultaran creíbles. Entoces haciendo acopio de valor decidío decir la verdad y afrontar valientemente su culpa. Le dijo que desde el día de su cincuenta cumpleaños su vida era un infierno, no podía aguartar el ritmo, aquello le estaba destrozando, le  dejaba exahusto, sin aliento, no podía soportarlo. Le dijo que lo había hecho por que no veía otra  salida, porque estaba desesperado. Pero ella no atendió a razones y le hizo que volviera a meter el bulto en la furgoneta. Mientras regresaba a casa, maldijo una y otra vez el día en que ella le regalo aquella cinta de correr, que estaba acabando con sus michelines y con sus ganas de vivir.


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