LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(7)

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               LXlX

   He vivido una guerra

de rencores muy cruenta,

donde el odio se presenta

valedor de ideales,

donde su poder regenta

oscuros miedos mortales.

   He visto matar hermanos,

a mucha gente inocente,

bondadosa y paciente,

que sollozando callaba,

con actitud inherente

al otro mundo pasaba.

   La degradación del hombre

fue todo un gran rito,

más todo quedó escrito

en aras de la historia,

quedando como un maldito

para ensalzar su gloria.

   Yo no he pasado hambre,

pero he visto mendigar

y sobre todo llorar

a madres calmando a hijos;

sin nada que alimentar

sosegaban retorcijos.

   Fue tiempo de escasez,

más mi gente hambre calmó

a quien en la huerta pidió,

frutos nos daba la tierra

y mucha gente yantó

durante la gran posguerra.

   El pueblo era sumiso

ante tanta represión,

sufría mucha opresión

por parte del dirigente

que usaba la sinrazón

para oprimir a la gente.

   Ellos blandían su poder

con fuerte y brava espada

en pura sangre bañada,

plantaron miedo, temor,

por la España invertebrada

sembrando mucho rencor.

   Si la tierra se siembra,

siempre buen fruto dará

y cosecha se tendrá,

pero si siembras terror

solo se recogerá

aversión y desamor.

   Los años de dictadura

fue siempre malsana,

más su fuerte peana

radiaba fortaleza,

su brío, su fuerza, emana

del miedo, de la pobreza.

   Nadie molestó a mi gente,

respetaban nuestro techo,

pero yo estaba al acecho

vigilando mis rodales,

aunque no era por despecho

ni causas personales.

   Era un gobierno abyecto,

con carencia de moral

rozando lo irracional

donde fácticos poderes

lo hacía tan señorial

que olvidaba sus deberes.

   Nos gobernaba el Facio

anulando libertades,

vigilando las verdades

como abejas descarriadas,

controlando las edades

y maneras alocadas.

   Yo no fui combatiente

y político tampoco,

pero comprendí como un loco

esa brutal tiranía

que iba mostrando lo poco

que la patria poseía.

   Había que ser avispado

en todo el concierto

y ser un poco despierto,

pues pasar sin hacer ruido

era el momento cierto

de estar en el olvido.                                                                                                                              

   Me respetaba la ley,

yo mi lengua anudaba

y bien sujeta quedaba,

por eso nunca fui beodo,

pues mejor callado estaba

para vivir a mi modo.

   Viví entre dos Españas.

Vencedores y vencidos,

opresores, oprimidos,

compartían mimo destino;

con derechos indebidos

surcaban mismo camino.

   Pero ellos siempre blandieron

el rencor y la aversión,

se odiaron con pasión

callándose sus quebrantos,

fueron años de aflicción

cubriéndolos con sus mantos.

               LXX

   Un nuevo amanecer

salió un día inesperado,

pero por todos ansiado,

era claro y radiante,

y por el mundo aclamado

aquel cambio tan pujante.

   Un nuevo tiempo se abrió

al ciudadano español

y un relumbrante sol

dio una flamante luz

para regir su control

dejando atrás su cruz.

   Pero el recuerdo anida,

bosteza y no perdona,

más el odio presiona;

el rencor era patente

como una leve hormona

que exalta a la gente.

   Las dos Españas tenían

causas para bostezar,  

más prefirieron callar

porque una nueva vía

se empezaba a caminar

con inmensa alegría.

   Callaron las dos Españas

y fueron tolerantes,

más nunca jamás amantes;

guardaron sus rencores

para no ser alarmantes

y presas de sus temores.

   Poco a poco se abrieron

puertas de libertad,

se escuchaba la verdad

y moría su castigo;

padecimos ansiedad,

pero hallamos cobijo.

   Pasamos de la opresión

más rígida y cohibida,

de la expresión prohibida,

de una brutal dictadura,

a saborear la vida,

a la democracia pura.

   Quedó muda su memoria:

era un noble estandarte,

un rígido baluarte,

sangre de las dos Españas

que ansiaban su parte

para desterrar marañas.

   Más se tornó silenciosa

la histórica memoria

que giraba como noria

buscando su gran momento,

desataría su euforia

no lejos de dicho evento.

   Pero avivaba el odio

en las Españas unidas,

caminaron resentidas

ensalzando a sus muertos

y recordaron sus vidas

en sus hábiles conciertos.

   Le pido a Dios que no vea

ese evento delicado,

pues no quiero estar al lado

de vencedor o vencido,

del dolor me he apenado

sin mirar bando ofendido.

   Pero anhelo justicia

después de ver tanto horror,

aunque creo que es mejor

no ir levantando rencores;

perderemos con honor

y nos echaremos flores.

   He vivido el más feliz

sueño que desear podría

en mi andar de cada día,

onírico siempre fui

preñado de fantasía

en la cual,ciego veía.

       

 


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