LOS ANALES DE MULEY(3ª PARTE)(7)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 18/02/2016, clasificado en Varios / otros
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LXlX
He vivido una guerra
de rencores muy cruenta,
donde el odio se presenta
valedor de ideales,
donde su poder regenta
oscuros miedos mortales.
He visto matar hermanos,
a mucha gente inocente,
bondadosa y paciente,
que sollozando callaba,
con actitud inherente
al otro mundo pasaba.
La degradación del hombre
fue todo un gran rito,
más todo quedó escrito
en aras de la historia,
quedando como un maldito
para ensalzar su gloria.
Yo no he pasado hambre,
pero he visto mendigar
y sobre todo llorar
a madres calmando a hijos;
sin nada que alimentar
sosegaban retorcijos.
Fue tiempo de escasez,
más mi gente hambre calmó
a quien en la huerta pidió,
frutos nos daba la tierra
y mucha gente yantó
durante la gran posguerra.
El pueblo era sumiso
ante tanta represión,
sufría mucha opresión
por parte del dirigente
que usaba la sinrazón
para oprimir a la gente.
Ellos blandían su poder
con fuerte y brava espada
en pura sangre bañada,
plantaron miedo, temor,
por la España invertebrada
sembrando mucho rencor.
Si la tierra se siembra,
siempre buen fruto dará
y cosecha se tendrá,
pero si siembras terror
solo se recogerá
aversión y desamor.
Los años de dictadura
fue siempre malsana,
más su fuerte peana
radiaba fortaleza,
su brío, su fuerza, emana
del miedo, de la pobreza.
Nadie molestó a mi gente,
respetaban nuestro techo,
pero yo estaba al acecho
vigilando mis rodales,
aunque no era por despecho
ni causas personales.
Era un gobierno abyecto,
con carencia de moral
rozando lo irracional
donde fácticos poderes
lo hacía tan señorial
que olvidaba sus deberes.
Nos gobernaba el Facio
anulando libertades,
vigilando las verdades
como abejas descarriadas,
controlando las edades
y maneras alocadas.
Yo no fui combatiente
y político tampoco,
pero comprendí como un loco
esa brutal tiranía
que iba mostrando lo poco
que la patria poseía.
Había que ser avispado
en todo el concierto
y ser un poco despierto,
pues pasar sin hacer ruido
era el momento cierto
de estar en el olvido.
Me respetaba la ley,
yo mi lengua anudaba
y bien sujeta quedaba,
por eso nunca fui beodo,
pues mejor callado estaba
para vivir a mi modo.
Viví entre dos Españas.
Vencedores y vencidos,
opresores, oprimidos,
compartían mimo destino;
con derechos indebidos
surcaban mismo camino.
Pero ellos siempre blandieron
el rencor y la aversión,
se odiaron con pasión
callándose sus quebrantos,
fueron años de aflicción
cubriéndolos con sus mantos.
LXX
Un nuevo amanecer
salió un día inesperado,
pero por todos ansiado,
era claro y radiante,
y por el mundo aclamado
aquel cambio tan pujante.
Un nuevo tiempo se abrió
al ciudadano español
y un relumbrante sol
dio una flamante luz
para regir su control
dejando atrás su cruz.
Pero el recuerdo anida,
bosteza y no perdona,
más el odio presiona;
el rencor era patente
como una leve hormona
que exalta a la gente.
Las dos Españas tenían
causas para bostezar,
más prefirieron callar
porque una nueva vía
se empezaba a caminar
con inmensa alegría.
Callaron las dos Españas
y fueron tolerantes,
más nunca jamás amantes;
guardaron sus rencores
para no ser alarmantes
y presas de sus temores.
Poco a poco se abrieron
puertas de libertad,
se escuchaba la verdad
y moría su castigo;
padecimos ansiedad,
pero hallamos cobijo.
Pasamos de la opresión
más rígida y cohibida,
de la expresión prohibida,
de una brutal dictadura,
a saborear la vida,
a la democracia pura.
Quedó muda su memoria:
era un noble estandarte,
un rígido baluarte,
sangre de las dos Españas
que ansiaban su parte
para desterrar marañas.
Más se tornó silenciosa
la histórica memoria
que giraba como noria
buscando su gran momento,
desataría su euforia
no lejos de dicho evento.
Pero avivaba el odio
en las Españas unidas,
caminaron resentidas
ensalzando a sus muertos
y recordaron sus vidas
en sus hábiles conciertos.
Le pido a Dios que no vea
ese evento delicado,
pues no quiero estar al lado
de vencedor o vencido,
del dolor me he apenado
sin mirar bando ofendido.
Pero anhelo justicia
después de ver tanto horror,
aunque creo que es mejor
no ir levantando rencores;
perderemos con honor
y nos echaremos flores.
He vivido el más feliz
sueño que desear podría
en mi andar de cada día,
onírico siempre fui
preñado de fantasía
en la cual,ciego veía.
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