Pornoadicto
Por Enkarna kuesta
Enviado el 19/02/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Hacía cinco minutos que habían empezado el examen de matemáticas cuando el profesor decidió navegar por la red para matar el tedio que le provocaba estar allí sin hacer nada, solo vigilando de que aquellos niños hicieran su tarea de manera correcta y de que la prueba transcurriera con la mayor normalidad posible.
-No quiero oír ni una sola palabra, si pillo a alguien copiando será suspendido automáticamente, tienen hasta las once y cincuenta y cinco.
Al terminar la arenga de siempre, tecleó en el buscador de google: www conejitas calientes.com.
De la pantalla surgió automáticamente un autentico desfile de mujeres desnudas en posturas provocativas y miradas lascivas que invitaban al espectador a todo tipo de placeres carnales. Un catalogo de meretrices de todas las edades y colores que ofrecían sus servicios a cambio de una determinada cantidad de dinero. Burdeles del ciberespacio condensados en paginas web para deleite de personas en busca de sexo fácil.
”Deborah”. Transexual exótica. Griego Natural. Máxima discreción. Hotel y domicilio
Junto al texto podía verse una guapa joven semidesnuda que guiñaba el ojo mientras se tocaba sus turgentes pechos, la desechó automáticamente. Sus prejuicios no se lo permitían, pensó que nunca estaría preparado para hacérselo con alguien que alguna vez había sido un hombre por muy operado que estuviera.
”Vanessa” 110 de pecho. 30 años. Sexi y morbosa. Francés, besos con lengua, disciplinas.
Bajo estas palabras una rubia en tanga sacaba la lengua mientras agarraba un látigo con la mano izquierda. Pero tampoco era esto lo que el estaba buscando, además era de la edad de su mujer, pero menos atractiva que ella. No iba a pagar por algo que ya tenia en su casa infinitamente mejor.
” chicas asiáticas nuevas en la ciudad” Aquello era lo que quería , pensó mientras se comía con los ojos a dos jovencitas con coletas vestidas únicamente con una falda de colegiala.
Y fue en aquel momento, en plena excitación, cuando un ruido le hizo levantar la vista de la pantalla, para encontrarse veinticinco delatadores pares de ojos que miraban atónitos la pared que había frente a ellos. Entonces fue cuando reparó que no había desconectado el ordenador del proyector de la clase.
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