Había empezado a mirar, una película casera un día antes. La abandonó por asuntos de gran urgencias, volvió a deleitar cuándo regresaba en auto pasando por un arroyo hacia la quinta; se dejaba interesar lentamente por la trama, asimismo los personaje. Esa tarde, después de jugar al ajedrez con su contador y discutir con el mayordomo una cuestión simple para resolver, volvió a la historia en la tranquilidad del escritorio que miraba hacia el bosque de los jacarandas. Sentado en su sillón favorito, de espalda a la enorme puerta de madera de roble europeo tallada delicadamente, dejo que su mano izquierda acariciara varias veces el terciopelo amarillento y puso "play" a la pantalla, así ve los últimos minutos.
Su mente parecía que retenía sin esfuerzo alguno los nombres y las imágenes de los protagonistas. La ilusión cinematográfica, literaria lo entusiasmó enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea y expresión de cada detalle de lo que lo rodeaba y sentir a la vez que descansaba, tranquilamente en el terciopelo del respaldo, que los "puchos" cigarrillos seguían cerca de la mano, saber que más allá del horizonte bailaba el viento del sol donde se apagaba lentamente, mientras se escondía bajo los jacarandas. Palabra a palabra, absorbido por el pequeño silencio de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que encontraban y adquirían muchos colores y movimiento, fue testigo del último día de encuentro en la casona del Bosque.
Primero una mujer entraba apurada como si estuviera recelosa; ahora llegaba el amante, con un rasguñó en la pierna a causa de una rama caída. Afortunadamente ella asombrada por la sangre, lo curo con sus besos, pero el rechazaba sus hermosas caricias, no había venido para caer de vuelta en la misma piedra. Porque era un amor, una pasión secreta, protegida por un mundo de flores violetas y senderos larguísimos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad sacada.
Un dialogo desesperante corría en la pantalla. Como si una araña estuviera corriendo en el agua así también flotando en ella y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esos "mimos", besos, caricias que distorsionaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y convencerlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario en un pizarrón, con una tiza roja. Armando un plan perverso para destruir al individuo. Y sobre él estaba escrito la coartada, azares, posibles errores. A partir de esta hora cada minuto, Segundo, contaba en un instante de acciones maléficas. Donde Tenía su trabajo bien atribuido del cual estaba perfectamente planificado. Él duplo estudio pecaminoso se corrompía apenas para que sus labios se encontrasen mutuamente. Empezaba a anochecer:
Sin mirarse ya, entretenidos rígidamente con frialdad a la tarea que los esperaba con ansiedad, se separaron. En la puerta de la casona. Ella debía seguir por el camino que iba al norte. Desdé ese sendero, en la veía correr, observando su figura mientras el viento le sacudía su cabellera, corrió a su vez, esperó en los árboles que abundaban la sombra hasta distinguir el crespúsculo, la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar. Él mayordomo no estaría en ese momento y no estaba.
Subió los escalones de la galería y entro. Desdé la sangre llamando a sus oídos, información le llegaban las habladurías de la mujer: primero una sala verde, después una galería interior, una escalera de madera. Arriba 3 puertas. Nadie ni en la primera y tampoco en la segunda, te topas con una enorme puerta de madera al final del pasillo y entonces el puñal, en el brazo, así también en la mano, la luz de las ventanas, el alto respaldo de un sillón de terciopelo amarillento por sus años, la cabeza de persona entretenida y aturdida viendo una película, sentado en un sillón. Con sangre amarillenta y entre las rodillas un martillo puntiagudo .entonces un grito aturdidor y el bosque de flores violeta a lo lejos. Mientras la mujer huye hacia los brazos de un usurpador. Lagrimas caen, reproches salen a la luz, se oye un segundo grito. Un hombre ensangrentado aunque vivo, desocupa el lugar para sentarse en su sillón favorito, prende un cigarrillo a su vez termina de ver la historia.
Ahora termino la suya en una máquina de escribir, da final a su afortunada vida. Un contador y mayordomo de importante fidelidad. Con un premio extra para aquellos interesados en su fortuna.
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