LOS JUGUETES ROTOS ACABAN SIEMPRE EN UNA BOLSA DE BASURA (Capítulo 10)
Por hemyl21
Enviado el 19/02/2016, clasificado en Intriga / suspense
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Capítulo 10
Michelle aceptaba con complicidad lo que para ella eran las eternas chiquilladas de Laurencio. Apoyó ambas manos sobre su mesa.
--Ya sabes que al estar casado, quedas totalmente excluido de mi lista de hombres seleccionables... --enarcó las cejas negando con la cabeza, lamentando no poder satisfacer sus deseos.
--Ya. Lo sé. Ok… Soy un pesado. Me lo has dicho mil veces, pero por intentarlo no pierdo nada. Quizás, algún día cambien tus criterios de selección y añadas también en esa lista a hombres casados… Y entonces…, no sé… Sería un placer y un honor para mí ser el primer candidato. De momento asumo con dolor que nuestro amor es imposible. --dejó caer, entornando ligeramente los párpados, fingiendo estar desolado.
--Quizás…, algún día. Pero no sé si Lara estaría de acuerdo en que yo te incluya en esa lista... --contraatacó Michelle buscando su línea de flotación.
Lara era la esposa de Laurencio.
--¡Bah..! --éste hizo un gesto con la mano-- Es una pena que una mujer como tú sea tan fría y decente… --repuso cruzando los brazos.
--Eso depende del hombre que tenga delante. -- Michelle, miró a Segré fugazmente.
Laurencio observó el detalle.
--¡Vaya..! Sea quien sea, ese hombre será un hombre afortunado, si señor, sin lugar a dudas. Muy afortunado. --afirmó, asintiendo con la cabeza-- ¡Qué curioso! Ahora tengo la impresión de que el que sobra soy yo. --miró alternativamente a ambos--. Si queréis que desaparezca por un ratito... --añadió con sorna.
--¡Ejem! --carraspeó Segré--. Seguro que Michelle está aquí por otros motivos menos banales. --dijo para desviar la conversación.
--Es cierto Don Juan… --confirmó ella algo ruborizada por las insinuaciones de Laurencio--. Darío tiene razón, he venido a por el informe que tenías que firmar. El comisario me ha pedido que le pase una copia. ¿Lo tienes preparado?
--Sí..., está por aquí... El viejo perro policía siempre con prisas-- abrió un cajón de su mesa y la ofreció varios folios unidos por un clip--. Todo tuyo muñeca. ¿Estás segura de que esto es lo único que necesitas de mí..? --insistió.
--Sinceramente, "muñeco", creo que no tienes nada mejor que ofrecerme. --sentenció airosa mientras los recogía de su mano.
--Me voy señores. Tengo cosas que hacer. Alguien tiene que trabajar en esta comisaría. --miró a Segré, sonrió, y se dio aire con los folios. Él, la recompensó con una sonrisa bobalicona y un brillo especial en la mirada.
Michelle, caminó hacia la salida acentuando el sensual balanceo de sus caderas, dejando constancia de las bonitas formas que se adivinaban bajo su ceñida falda negra. Abrió la puerta y se giró hacia ellos para comprobar si su provocado contoneo había surtido el efecto deseado.
¡Bingo! Los dos la miraban con la mandíbula caída.
Cubrió sus nalgas con los folios poniendo cara de ofendida.
-¡Qué miráis..! --sonrió traviesa y les hizo un guiño.
Cuando se cerró la puerta tras ella…, y ellos consiguieron cerrar también sus bocas después de encajar la mandíbula en su lugar, se miraron y tragaron saliva. Laurencio movió admirado la cabeza.
--Una mujer extraordinaria... --logró articular.
--Ahí tengo que darte la razón, aunque me cueste... --le secundo Segré.
Mata-Santos se acercó pausadamente el vaso de café a los labios escrutando con curiosidad los ojos de su colega.
--Me gustaría saber hasta qué punto esa mujer te tiene atrapado en sus redes... --bebió despacio, sin apartar la mirada de Segré para observar su reacción.
--¿Tengo cara de pez..? --cuestionó molesto el inspector-- Aquí es una compañera de trabajo más, y fuera de aquí hemos tomado ocasionalmente un par de copas antes de irnos a casa. No le busques tres pies al gato.
--No sé, no sé... O no quieres contarme lo que hay entre vosotros, o el afán por defender tu soltería te tiene tan ciego, que no te has fijado en sus miraditas. ¡Quién sabe, quizás Michelle sea la mujer de tu vida! ¿Te la imaginas..? Envuelta en papel de regalo. Naturalmente, con ropa interior muy sensual de color rojo Navidad. Un lacito rosa adornando el paquete y esperándote cuando llegues cansado a casa, con esa sonrisa, esos ojos, ese...
--¡Lauren, vale! --le interrumpió Segré temiendo que soltase una de sus barbaridades--. Lo primero es que por supuesto no me atrae nada la idea de que alguien tenga que estar esperándome en ningún sitio... Sonia estuvo esperándome durante tres años, y terminó tan aburrida de mí y de mis horarios, que pidió el divorcio y se fue a esperar a otro.
Segré llevaba cinco años felizmente divorciado y, según él, maravillosamente solo, disfrutando de esa soledad libremente elegida, de ese estatus de soltero encantado de serlo.
--Sí, en eso tienes toda la razón. La gran diferencia es que ese otro tiene más dinero que tú. Y esperar con una tarjeta de crédito sin límite económico en el bolso, de la que puedes disponer en cualquier momento con total libertad para planificar excursiones por todos los centros comerciales de alta élite, por las joyerías de lujo, y las inalcanzables boutiques donde tú y yo sólo podríamos mirar los escaparates, hace que la espera no se convierta en una…, como llamarlo, ¿aburrida monotonía? --Laurencio sonrió de medio lado.
A Segré no le gustaba hablar de su pasado con Sonia. Es más, en realidad para él era un asunto olvidado. Quería cambiar de tema. Miró el reloj analógico de la pared.
--Son las nueve menos cuarto. --se levantó de la silla-- Seguro que el “nuevo” está inmovilizado con su coche en medio de un atasco descomunal. La Navidad y la locura colectiva de ir con el coche al mismo centro de la ciudad para hacer las compras. Somos un atajo de borregos. --apuró el café y arrojó el vaso vacío a la papelera situada bajo la mesa.
--Pues yo apostaría contigo lo que quieras, a que anoche estuvo celebrando su nuevo destino acompañado de unas copas de champán y…, una maravillosa hembra. --dibujó las formas de una mujer en el aire--. No me extrañaría nada que esta mañana le haya costado un mundo apartar el edredón a un lado para sacar el culo de la cama y canjear el calor corporal de la muchachita por un frío día de invierno. Yo, sin lugar a dudas, lo hubiera tenido que pensar mucho… ¡Muchísimo! --enfatizó.
--Tú, amigo mío, siempre piensas más con la entrepierna que con el cerebro. Admiro a Lara, debe estar muy enamorada de tí para soportarte. Menos mal que te conoce de sobra y sabe que pierdes toda la fuerza por la boca como los refrescos con gas cuando les quitas la chapa. Se merece ser condecorada. Que inventen un nuevo premio Nobel en su honor: A la “Paciencia Bíblica”, por ejemplo.
--Mi mujer sabe que tiene una joya de maridito. --dijo en plan fanfarrón--. Soy como un diamante, no tengo precio. --guiñó un ojo y acabó con el café que quedaba en el vaso.
--Sí, como un diamante... en “bruto”. --Segré sonrió para sí--. Reconozco que tienes muchas cualidades…, pero están ocultas, aún por desarrollar. Sólo hay que pulirte un poco…, quitarte las aristas…, darte forma. Aunque eso, y créeme que lo siento, es como intentar apagar un edificio en llamas de una sola meada.
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