Era su último día como profesor de historia en la universidad: ¡se iba a jubilar!
Para los estudiantes también era un día feliz porque hoy terminaban su carrera tras cuatro años de duro esfuerzo y trabajo. Tomás ya había dado clase por la mañana y ahora tocaban las últimas tres horas, todas seguidas en una clase donde sólo había seis chicas que deseaban que se acabara el día tanto como él. Se disponía a dar la clase cuando las estudiantes propusieron cualquier cosa por no trabajar:
-Hoy es nuestro último día, hay que celebrarlo, señor Tomás.
-Hoy es día de descanso, vamos a hacer otra cosa.
-No queremos trabajar es nuestro último día...
Y así hasta que la última chica, una chica casi siempre silenciosa y muy misteriosa propuso hacerle una minifiesta de despedida a su querido profesor, que además las había aprobado a todas.
Las seis chicas se reunieron como si de un equipo de hockey se tratase. Tomás estaba atónito y sólo consiguió comprender que alguien decía "será la última vez que se le presente esta oportunidad y se ha portado muy bien con nosotras". Hubo una pausa de chismorreos y todas se volvieron a la vez hacia él con la mirada lujuriosa, algunas de ellas pasándose la lengua por los labios. Tomás no se quería imaginar cosas pero una erección se estaba formando en el pantalón. Dos estudiantes cerraron todas las puertas y ventanas de modo que nadie pudiera verlos ni entrar.
-Empezaremos desnudándonos los unos a los otros-le susurró alguien al oído-. No se mueva, profe.
Al decir la palabra profe sintió cómo una suave mano se colaba en su entrepierna por debajo de sus pantalones y calzones. La mano empezó a subir y a bajar lenta y sensualmente mientras unas chicas se desnudaban unas a otras y otras lo desnudaban a él, ya desnudas y rozándose provocativamente contra él. Tenía al menos seis pechos en la cara y dos o tres lenguas en la venosa polla.
-Ya puede moverse, profesor-dijo la misma voz de antes.
Tomás se levantó como pudo, pensativo y sin pensar. Ojeó a una de las chicas que le estaban realizando la felación antes a cuatro patas y no pudo evitar hacer lo que resulta obvio: la agarró por las caderas y a partir de ahí perdió el control. La embestía por el culo fuerte y ella le pedía que lo hiciera más fuerte. Las demás chicas se exhibían frente a él, tocándose y suplicando. Él las sació una a una, con la lengua y los dedos en el clítoris y el ano, penetrándolas por todos los orificios que encontraba. Le encantaba ver a esas chicas rodeadas de su semen, lamiéndolo de la piel de las otras pero cuando él creía haber terminado las chicas querían más, y lo montaron una y otra vez y se la mamaron mirándolo divertidas y rozaron su coño por la cara del excitado Tomás. Sonara el timbre y las estudiantes se vistieron rápidamente, dejando a Tomás empapado de sudor y jugos. Él corrió como pudo sin ser visto a los baños a lavarse cuando la directora lo llamó y le dijo que le tenía una sorpresa por su último día. Tomás no quería imaginarse nada pero se lo imaginó todo.
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